Katharine Lawrence no tiene ni idea de con qué la golpearon. El ataque vino de la nada, sólo unas horas antes estaba disfrutando de un agradable fin de semana con una antigua compañera de la universidad y ahora estaba tendida y amordazada en el suelo de su cocina mirando fijamente a su amiga Lisa mientras dos enmascarados buscan en su casa algo, pero ¿qué exactamente?. Sólo sabe una cosa, a menos que escapen, tanto ella como Lisa pueden terminar asesinadas.
Pero la pesadilla de Katharine apenas acaba de comenzar. Cuando despierta en un hospital de Washington, con la nariz rota y el cuerpo magullado, su cabeza le dice que algo no va bien –y no precisamente por el ataque. Cuando se mira en el espejo no se reconoce a sí misma: un cuerpo delgado, unas manos a las que les han hecho la manicura, un pelo rubio... y la sonrisa de un apuesto doctor –Dan Howard– detrás suyo. Ese hombre le es familiar, pero no consigue saber exactamente de qué le conoce. Quizá el trauma por el que acaba de pasar la haya sumido en alguna extraña amnesia. Sólo sabe que tiene veintinueve años, es ayudante especial del jefe de la CIA , que tiene suerte de seguir con vida... y que no puede confiar en nadie.