Stanley, empleado en una gasolinera, lleva veinte años casado con Vera. Su única afición es resolver crucigramas, aunque su suegra, Maud, asegura que sólo desea su muerte, para beneficirse de su testamento. Cuando Maud se entera de que su hija ha revelado a Stanley la verdadera cuantía de sus bienes, muy superior a los que él suponía, la acusa de haberla condenado a muerte. La intriga de esta obra es sofisticada; la historia tiene un desarrollo lento pero permanente, las sorpresas no se agotan hasta el final. El tipo de crimen y la intensidad del habitual ambiente sórdido de una ciudad provinciana, hace que ésta sea de las novelas más completas e ingeniosas de la autora.