Eddie Rico, un comerciante frutero de origen siciliano y ahora establecido en Florida, es considerado por todos un buen esposo, un padre de familia ejemplar y un respetable hombre de negocios. Pero la bondad de este mundo de apariencias burguesas nunca es lo que parece ser. . . Junto con sus dos hermanos menores -Gino y Tony-, Eddie forma parte de un grupo mafioso encargado de «proteger» una amplia red de negocios relacionados con el juego. Esta doble vida -de la que sólo tiene conocimiento la madre de los tres hermanos- se verá amenazada cuando Tony, que acaba de casarse, empiece a comportarse de manera extraña. Será entonces cuando Eddie tenga que tomar su más arriesgada decisión. Pero, como siempre en estos casos, Simenon se guarda alguna carta en la manga, reservándonos un final tan sorprendente como inesperado.

Tony Rico, un gangster de a pie, se enamora y decide salir de "la organización", pero sus jefes sospechan que hablará con la policía, así que deciden eliminarle, para lo que utilizan a su hermano Eddie, miembro de la organización con mando en plaza, que lo buscará por todo el país, engañado (¿autoengañado?) con la idea de que sólo quieren que se vaya a Europa. Al final, Eddie se ve a sí mismo colaborando activamente en el asesinato de su hermano, todo por una mezcla de miedo y de cabezonería (él decidió hacía tiempo el camino que quería tomar en la vida). Eddie, al que el relato persigue sin apartarse ni por un momento, es fiel a la organización, a las reglas, a su decisión vital, aunque la idea de colaborar en la muerte de su hermano le hace enfermar. Asistimos, más que nada, a un relato de las complicaciones de la psicología y de las circunstancias humanas. ( )