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Cargando... De la República V. XX: Cicerónpor Marco Tulio Cicerón
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Prólogo del traductor
Si fuera preciso condensar en una sola frase el carácter de Cicerón, podría enunciarse diciendo que fue grande en la prosperidad y débil en la desgracia.
En efecto: aquel hombre que en el Consulado demostró energía y virilidad bastantes a destrozar las maquinaciones de sus adversarios, a deshacer las tramas de Catilina y de Clodio y a sofocar las sublevaciones del Abruzo la Apulia, para ser proclamado salvador de la patria en la Asamblea del pueblo romano ; aquel hombre cuya virtud puesta a prueba se acrisoló más y más en el peligro, conservando desde las alturas del poder, en turbulentas épocas, la tranquilidad necesaria para escribir sus mejores tratados políticos, no halló en su pecho la firmeza precisa para no sucumbir ante el vencedor Mario o Sila, Pompeyo o César, Lépido u Octavio, ni pudo sino morir heroicamente tras humillantes concesiones y panegíricos a los golpes de los sectarios de Antonio.
Sin esa debilidad, sin esa sed de inmortalidad que le devoraba, sin ese temor de ser olvidado por sus contemporáneos, Cicerón hubiera sido acaso la segunda figura en aquella época de agitaciones. Sólo la segunda; la primera debía ser César.
¿Qué importa-dice él mismo-vivir más o menos tiempo en la memoria de las futuras generaciones? ....