La infancia es una época maravillosa, llena de juegos, amor y alegría. Sin embargo, con mucha frecuencia los niños pueden llegar a sentirse atemorizados, quizá porque su prolífica imaginación les sugiere imágenes inquietantes que aún no pueden someter al control de la razón. Algunos niños le temen a ciertos animales; otros, temen quedarse solos y probablemente la mayoría en algún momento le ha temido a la oscuridad. Franklin, la pequeña tortuga que protagoniza esta historia, tiene ese problema. Él siente miedo de encontrarse en espacios reducidos y oscuros, lo cual es un problema para una tortuga, ya que eso le impide encerrarse en su caparazón. Inquieto, Franklin consulta a otros animales y va descubriendo que casi todos tienen algún temor específico. Entonces tiene una gran idea para vencer su temor a la oscuridad.