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Reseñas

Resulta hermoso explorar en los recuerdos de la infancia. Aquellos momentos donde los juegos, la amistad, el amor, la curiosidad y los sueños, se presentan como brillantes episodios de las vidas que se van formando. Una taza de té, un abrazo, una carrera escolar, el primer beso, un telescopio o la compañía de hermano mayor, son elementos que en la niñez pueden parecer simples, pero se quedan eternamente en la memoria del adulto. El cineasta japonés Takeshi Kitano lo sabe y lo presume a través de los 3 relatos cortos que conforman su libro Niño (1992), la tierna mirada a la etapa más bella que experimenta la naturaleza humana, donde el miedo y la incertidumbre se ven superados por la alegría y las sorpresas que aguardan en el entorno. Con el peculiar estilo estático explotado en su filmografía, aquel que mezcla toques de humor con reflexión profunda, Kitano describe relaciones padres e hijos, días escolares y amores fugaces desde la pureza que solo la infancia otorga, sorteando la gloriosa cultura japonesa, en constante disputa entre la tradición y la modernidad. Takeshi Kitano es célebre actor y director, pero su obra literaria se extiende a más de 50 libros entre ficción, crítica y poesía; invariablemente, se aplaude la traducción al español e inglés de parte de su obra. El campeón del quimono enguantado, Nido de estrellas y Okamesan, son los tres capítulos que componen Niño, pequeñas crónicas que diseccionan la rivalidad entre hermanos y el bullying, la pérdida paterna y la vastedad del universo, la superación del miedo para descubrir el mundo y la inquietante presencia del amor. Referente cultural japonés, Kitano tiene una filmografía de más de 20 películas y constante presencia en festivales internacionales; acostumbrados a lidiar con yakuzas y mafiosos en el universo del director, en Niño sorprende la ternura con la que se abordan los personajes, una suavidad que Kitano exorciza y contrasta con la violencia extrema de Zatōichi (2003) o Brother (2000). En el epílogo del volumen, Takeshi Kitano apunta furioso: “No existe el cielo. Es una idea que creamos cuando nos dimos cuenta de que tan sólo existe el infierno después de la muerte.” Más adelante, confiesa que quizá había bebido demasiado al decir tal cosa, pero hay algo de cierto: decir adiós a la infancia siempre será arduo. En algún momento, el peso irremediable de la realidad adulta golpeará y el único consuelo, será recordar las esponjosas tardes infantiles.
 
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armandoasis | 3 reseñas más. | Mar 9, 2024 |