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La historia de cualquier incendio es la historia de un olvido, por eso casi nadie recuerda lo que ocurrió el 29 de abril de 1986. Aquel día la Biblioteca Pública de Los Ángeles amaneció consumida por el fuego, cuatrocientos mil libros se convirtieron en cenizas y otros setecientos mil quedaron irremediablemente dañados. Siete horas ardieron las estanterías y las mesas y los ficheros, pero ningún periódico cubrió la noticia porque al otro lado del mundo, entre los bosques densos de la Unión Soviética, ocurría el mayor accidente nuclear hasta la fecha: Chernóbil. ¿Quién querría quemar una biblioteca? ¿Por qué? Susan Orlean se hizo esas dos preguntas y al poco tiempo entendió que el fuego sería apenas un rastro, una línea punteada sobre la que dibujar su personalísima visión del conocimiento y de las personas que creen en él. La biblioteca en llamas es un homenaje a la lectura y el relato de una periodista obsesionada por encontrar al culpable de un crimen contra la memoria. Una investigación que se extendió más de una década y que a cambio nos revela personajes desopilantes, inverosímiles y tiernos. En 1986 tuvo lugar el mayor incendio de un edificio público en Estados Unidos. Nunca nos enteramos.… (más)
«RESEÑA DEL LIBRO, LA BIBLIOTECA EN LLAMAS DE SUSAN ORLEAN BY JANE - 10:11
»¡Buenos días! Hoy te reseño un libro que se cataloga como no ficción novelada y forma parte de la colección, Temas de hoy. Un libro que apreciaréis muchísimo si valoráis la lectura, las bibliotecas y sobre todo si consideráis que los libros son algo consustancial a vuestra vida.
(...)
»MI OPINIÓN DE "LA BIBLIOTECA EN LLAMAS":
»En "Hablemos de Libros" ya publiqué mi opinión pero quiero dejarla en el blog para que más gente pueda leerla. Empiezo diciendo que me ha gustado, como habréis podido comprobar sólo reseño libros que me gustan aunque tenga alguna objeción que hacer, podría decirse que esta sección de libros es una apartado de RECOMENDACIONES, pero vamos con este libro que es una mezcla de novela, documental, reportaje periodístico. La editorial Planeta que me envió este ejemplar para reseña lo cataloga como no ficción novelada.
»La autora es una periodista y también novelista norteamericana con una vinculación personal a las bibliotecas y la lectura. Se entera del incendio de una biblioteca e inicia una investigación sobre la misma. Este libro es su narración en primera persona del proceso de investigación de años, desde el conocimiento del incendio y lo mezcla con sus reflexiones personales acerca del significado de la lectura, el valor de los libros, las bibliotecas, lo que tienen de centros para la comunidad, etc. Al mismo tiempo nos cuenta también cosas acerca del incendio, entrevistas con los bomberos, expertos en incendios, la vida del supuesto pirómano, la sociedad volcada para salvar los libros, el sistema bibliotecario, cómo hoy en día la biblioteca es más que un almacén de libros, etc. Es un libro entretenido y ameno, escrito de forma agradable y no se hace pesado pero ya os digo que está lleno de datos sobre las bibliotecas, conversaciones con bibliotecarios, bomberos, arquitectos, cualquier personaje con relevancia para poder contar lo del incendio y la función de la biblioteca como centro comunitario, el valor de la lectura, etc.
»He disfrutado de la lectura y considero que muchas de sus reflexiones son las que cualquiera de nosotros podríamos hacer de lo que disfrutamos leyendo o de lo que los libros significan. Muchos decís que leéis dos libros a la vez y creo que este libro sería ideal para este tipo de lectura. Lo que quiero decir es que me ha gustado y he disfrutado de todo el conocimiento que te proporciona este libro pero ha sido una lectura más pausada que si leyera una novela, creo que hubiera estado bien alternarlo con una lectura de ficción. No es como una novela que necesitas conocer el desenlace o lo que pasa con este personaje y aquél. Muy interesante y la verdad desconocía muchas de las cosas que se cuentan en esta historia. Se aprende y de forma amena pero no es una lectura para desconectar y que se lee en un plis plas, dicho esto la considero una lectura muy recomendable.
»Gracias a Planeta por enviarme este ejemplar para opinar.»
«Para quien no está vinculado directamente con el mundo de las bibliotecas, un libro que trate sobre la historia de una de estas entidades seguramente le parecerá denso –o de menos– poco atractivo; de ninguna manera es el caso del libro de Susan Orlean "La biblioteca en llamas", el cual es inspirador para todas las personas que diariamente están cerca de los libros y además, a través de una clara destreza, atrapa a todo aquel que tiene la suerte de tener en sus manos un ejemplar.
»La narrativa es ágil, fiel a los hechos reales, con trabajo profundo de investigación, hilada a partir de una sensible vivencia personal de la autora, que nos lleva a un acontecimiento poco conocido, ya que coincide con el desastre de la planta nuclear de Chernóbil, ocurrido el 26 de abril de 1986, en la central nuclear Vladímir Ilich Lenin, ubicada en el norte de Ucrania.
»Es extraordinario descubrir como una ciudad como Los Ángeles es capaz de detener su frenética actividad para hacer una cadena humana que permita el rescate de su patrimonio cultural, entendiendo que la biblioteca es una colección de narraciones que como especie nos acerca a la inmortalidad, una torre de libros es un tótem simbólico al que podemos recurrir no solo por información, sino para resguardar la mente del caos imperante en el entorno.
»A través de este libro recordamos a Ranganathan (bibliotecario indio, 1892-1972, creador de la clasificación facetada y considerado padre de la bibliotecología en la India) y aplicamos una de sus leyes donde nos damos cuenta que las bibliotecas son un gigantesco ser vivo, infinito y comunitario, que posee dentro de sí tal cantidad de conocimiento que podría a manera de ciencia ficción convertirse en un ente con inteligencia propia. No se trata solo de un almacén de libros, es un lugar de encuentro, refugio, contención, formación; un bien público.
»La autora nos lleva –casi sin que nos demos cuenta– por la historia de la biblioteca de Los Ángeles, lo que es igual a llevarnos por la historia de California, de Estados Unidos de América y del mundo. No es exagerado afirmar que los vaivenes históricos moldean las decisiones, las formas físicas, los contenidos, los servicios, los programas, los alcances, las visiones y las misiones de las bibliotecas, tan es así que una biblioteca será el reflejo de una sociedad y un momento histórico, así de viva está.
»Mas no sólo encontramos eventos macros, el libro nos muestra el impacto de las bibliotecas en la vida de sus directores y cómo la microhistoria y cosmovisión de cada uno de ellos se ve reflejada en el trabajo que realizan.
»Desde Mary Foy, la primera bibliotecaria que fue despedida a pasar de su reconocida labor porque la junta municipal consideró que no necesitaba tanto el empleo como su sucesora, hasta Szabo, que es un apasionado que reconoce la necesidad de dar atención a los cientos de indigentes que visitan la biblioteca; pasando por la locura de Lummis, que con su carisma atrajo a nuevos usuarios, nuevos proyectos e igual cantidad de problemas; o la aguerrida Kelso, que se atrevió a poner en estantería un libro censurado y que enfrentó a la junta del ayuntamiento y al señalamiento público.
»Cada uno de ellos, desde su perspectiva y recursos, protegió el derecho de los usuarios a la información, defendió ese derecho como una necesidad que nos distingue como humanos, comprendiendo que cuando hay problemas se recurre a las bibliotecas como un hogar seguro, de tal suerte que la Biblioteca Central de Los Ángeles abrió sus puertas cuando se necesitaba un centro de extracción de sangre, cuando las personas dejaban dentro de las páginas de los libros mensajes que sabían que podían ser peligrosos, mensajes anhelantes en espera de un giro del azar que los llevara hasta esa persona perdida.
»Los libros estaban prestos cuando la gran depresión era apabullante y era un consuelo poder llevarse de forma gratuita un libro en préstamo, porque se podía carecer de casi todo, pero el acceso al conocimiento seguía siendo una alternativa al alcance de la mano; la biblioteca estaba ahí prestando su espacio y materiales durante la Segunda Guerra Mundial para que el ejército aprendiera sobre los alemanes y sus alcances tecnológicos y científicos.
»La biblioteca también estaba cuando una alarma por fuga de gas sacó a cientos de personas de sus hogares y les brindó refugio.
»Es evidente que los problemas sociales atañen a las bibliotecas, porque los límites entre una y otra cosa están dibujados solo por muros porosos que filtran los temores y necesidades de las comunidades que las albergan.
»El evento catastrófico que marca profundamente la historia de la Biblioteca Central de Los Ángeles, y el cual da pauta a la autora, es el incendio del 29 de abril de 1986, con duración de siete horas y treinta y ocho minutos, en donde cuatrocientos mil libros fueron consumidos por el fuego y setecien-tos mil más fueron severamente dañados por el humo y el agua; lo equivalente a más de una docena de bibliotecas de tamaño estándar.
»El lugar continuó caliente después de cinco días, los bomberos se vieron obligados a usar tal canti-dad de agua que los ingenieros que revisaron el lugar tenían miedo de que el peso del agua provo-cara socavones; pero, además, determinaron que el incendio había sido provocado.
»La quema de libros intencional es un hecho repetitivo en la historia. En 1933 el partido nazi, sabiendo lo fundamental que son los libros, organizó en la plaza de la Ópera de Berlín lo que se conoce como Feuersprüche (hechizo de fuego), en donde se quemaron entre veinticinco mil y noventa mil libros escritos por judíos, lo que representó una tortura psicológica para "el pueblo del libro", y como lo predijo el poeta alemán Heinrich Heine: "Allí donde se queman libros, acaban quemándose hombres".
»En 1954 la Convención de La Haya creó un tratado para la protección del patrimonio cultural en caso de conflictos armados, lo cual no impidió que Mao durante la llamada "Revolución cultural" mandara quemar todos los libros, excepto los escritos por él, Marx y Lenin; o que los Jemeres Rojos quemaran los libros de la Biblioteca Nacional de Camboya; o que el ejército iraquí quemara la mayoría de las bibliotecas de Kuwait en 1990; o que casi doscientas bibliotecas ardieran en Bosnia y el noventa por ciento de la Biblioteca Nacional de Sarajevo fuera destruida.
»Cabe destacar que lo ocurrido en la Biblioteca Nacional de Los Ángeles no fue un acto en tiempos de guerra, aunque ver arder libros es ver la desaparición de las ideas con las que no estamos de acuerdo, lo cual se aplica de igual manera en tiempos de relativa paz y de abierta guerra. Acabar con los libros que hablan de una cultura o una idea no solo representa su muerte, es pretender que nunca nació.
»Harry Peak es el hombre señalado por los investigadores como el culpable del incendio; los expertos trabajaron arduamente para reunir pruebas, pero ¿qué motivó a este hombre sin aparente resentimiento social a un acto de tal magnitud?
»Orlean, de una forma muy peculiar, nos proporciona a través de su extraordinaria investigación todos los elementos para conocerlo. "La biblioteca en llamas" es un material imperdible.
»Cuando un pueblo pierde su memoria se pierde a sí mismo y quien no conoce la historia la repite, de ahí la importancia de la conservación del patrimonio cultural.»
Mary Carmen Rivera Secretaría Académica, Dirección General de Bibliotecas y Servicios Digitales de Información, UNAM
«Resumen y sinopsis de "La biblioteca en llamas" de Susan Orlean:
»La historia de cualquier incendio es la historia de un olvido, por eso casi nadie recuerda lo que ocurrió el 29 de abril de 1986. Aquel día la Biblioteca Pública de Los Ángeles amaneció consumida por el fuego, cuatrocientos mil libros se convirtieron en cenizas y otros setecientos mil quedaron irremediablemente dañados. Siete horas ardieron las estanterías y las mesas y los ficheros, pero ningún periódico cubrió la noticia porque al otro lado del mundo, entre los bosques densos de la Unión Soviética, ocurría el mayor accidente nuclear hasta la fecha: Chernóbil.
¿Quién querría quemar una biblioteca? ¿Por qué? Susan Orlean se hizo esas dos preguntas y al poco tiempo entendió que el fuego sería apenas un rastro, una línea punteada sobre la que dibujar su personalísima visión del conocimiento y de las personas que creen en él. "La biblioteca en llamas" es un homenaje a la lectura y el relato de una periodista obsesionada por encontrar al culpable de un crimen contra la memoria. Una investigación que se extendió más de una década y que a cambio nos revela personajes desopilantes, inverosímiles y tiernos».
La historia de cualquier incendio es la historia de un olvido, por eso casi nadie recuerda lo que ocurrió el 29 de abril de 1986. Aquel día la Biblioteca Pública de Los Ángeles amaneció consumida por el fuego, cuatrocientos mil libros se convirtieron en cenizas y otros setecientos mil quedaron irremediablemente dañados. Siete horas ardieron las estanterías y las mesas y los ficheros, pero ningún periódico cubrió la noticia porque al otro lado del mundo, entre los bosques densos de la Unión Soviética, ocurría el mayor accidente nuclear hasta la fecha: Chernóbil. ¿Quién querría quemar una biblioteca? ¿Por qué? Susan Orlean se hizo esas dos preguntas y al poco tiempo entendió que el fuego sería apenas un rastro, una línea punteada sobre la que dibujar su personalísima visión del conocimiento y de las personas que creen en él. La biblioteca en llamas es un homenaje a la lectura y el relato de una periodista obsesionada por encontrar al culpable de un crimen contra la memoria. Una investigación que se extendió más de una década y que a cambio nos revela personajes desopilantes, inverosímiles y tiernos. (Fuente: https://www.planetadelibros.com/libro-la-biblioteca-en-llamas/290266)
On 29 April 1986 Los Angeles Central Library went up in flames. ... Susan Orlean has a knack for finding compelling stories in unlikely places. ... Orlean uses the fire to ask a broader question about just what public libraries are for and what happens when they are lost. You might not perhaps have LA pegged as the most bookish city, yet right from its inception in 1873, the central library attracted a higher proportion of citizens through its doors than anywhere else in the US. By 1921 more than a thousand books were being checked out every hour. The reason for that, Orlean suggests, is that LA has always been a city of seekers – first came the gold prospectors and the fruit growers, then the actors and the agents, and then all the refugees from the dust bowl prairies. No one was as solid or as solvent as they liked to appear, everyone was looking for clues about how to do life better.
This was where the library came in, providing the instruction manual for a million clever hacks and wheezes. In the runup to prohibition in 1920 every book on how to make homemade hooch was checked out and never returned. Five years later a man called Harry Pidgeon became only the second person to sail solo around the world, having got the design for his boat from books borrowed from the LA public library. More mundanely, the library quickly became the chief centre for free English language classes in the city, a service that it continues to provide for its huge immigrant population today.
It is this sense of a library as a civic junction that most interests Orlean. ... Or, as she puts it: "Every problem that society has, the library has, too; nothing good is kept out of the library, and nothing bad."
“The Library Book” is, in the end, a Whitmanesque yawp, bringing to life a place and an institution that represents the very best of America: capacious, chaotic, tolerant and even hopeful, with faith in mobility of every kind, even, or perhaps especially, in the face of adversity.
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Memory believes before knowing remembers. ---William Faulkner, Light in August
And when they ask us what we're doing, you can say, We're remembering. ---Ray Bradbury, Fahrenheit 451
I have always imagined Paradise as a kind of library. ---Jorge Luis Borges, Dreamtigers
Dedicatoria
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For Edith Orlean, my past For Austin Gillespie, my future
Primeras palabras
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Even in Los Angeles, where there is no shortage of remarkable hairdos, Harry Peak attracted attention.
Citas
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A book feels like a thing alive in this moment, and also alive on a continuum, from the moment the thoughts about it first percolated in the writer's mind to the moment it sprang off the printing press---a lifeline that continues as someone sits with it and marvels over it, and it continues on, time after time after time.
The idea of being forgotten is terrifying. I fear not just that I, personally will be forgotten, but that we are all doomed to being forgotten---that the sum of life is ultimately nothing; that we experience joy and disappointment and aches and delights and loss, make our little mark on the world, and then we vanish, and the mark is erased, and it is as if we never existed.
Taking books away from a culture is to take away its shared memory. It's like taking away the ability to remember your dreams. Destroying a culture's books is sentencing it to something worse than death. It is sentencing it to seem as if it never lived.
Pigeons the color of concrete marched in a bossy staccato around the suitcases.
There was a sense of stage business—that churn of activity you can't hear or see but you feel at a theater in the instant before the curtain rises—of people finding their places and things being set right, before the burst of action begins.
I grew up in libraries, or at least it feels that way.
Together we waited as the librarian at the counter pulled out the date card and stamped it with the checkout machine—that giant fist thumping the card with a loud chunk-chunk, printing a crooked due date underneath a score of previous crooked due dates that belonged to other people, other times.
Our visits to the library were never long enough for me. The place was so bountiful. I loved wandering around the bookshelves, scanning the spines until something happened to catch my eye. Those visits were dreamy, frictionless interludes that promised I would leave richer than I arrived.
The reading of the book was a journey. There was no need for souvenirs.
It wasn't that time stopped in the library. It was as if it were captured here, collected here, and in all libraries—and not only my time, my life, but all human time as well. In the library, time is dammed up—not just stopped but saved. The library is a gathering pool of narratives and of the people who come to find them. It is where we can glimpse immortality; in the library, we can live forever.
I asked whether there would soon be library honey. Szabo said the project was likely to rise or fall on the question of whether it would serve the public good, as so many matters in the library do, but in the meantime, he was reading up on urban beekeeping.
The publicness of the public library is an increasingly rare commodity. It becomes harder all the time to think of places that welcome everyone and don't charge any money for that warm embrace.
The commitment to inclusion is so powerful that many decisions about the library hinge on whether or not a particular choice would cause a subset of the public to feel uninvited.
Ever since, the old one, which had served the neighborhood for sixty-five years, has stood empty, settling into dereliction like an old dog settling onto a shabby couch.
The boarded-up windows look like punched-out eyes in a blank face.
Abandoned buildings have a quaking, aching emptiness deeper than the emptiness of a building that has never been filled up. This building was full of what it was missing. It was as if the people who passed through had left a small indent in the air: Their absence was present, it lingered. The kid who learned to read her; the student who wrote a term paper here; the bookworm who wandered happily through these shelves: all gone, gone, gone. A few books were still on the shelves—books that had mysteriously been overlooked when the place was cleared out, like survivors of a neutron bomb. They made the ones that were missing have a slippery, hinted-at presence, as if I were seeing ghosts.
He had a habit of tapping his forehead after being asked a question, as if he had to jar the answer loose from a storage bin in his brain.
He kept repeating the story, adjusting it a touch each time, as if he were a tailor working on a jacket, taking in a bit of fabric here, letting out a seam there, then stepping back to consider what fit best.
By then, the city was a throbbing, thriving place, growing so fast that it erased and rewrote itself by the minute.
The expansion of the city was so rapid that it was unnerving. It had a quality of metastasis.
Book circulation in the Los Angeles system doubled and then tripled. In 1921, more than three million books were checked out—about a thousand books an hour.
During lunch hour, businessmen lined up against the walls, elbow to elbow, pinstripes to bow ties, flipping through journals and books.
In the year leading up to Prohibition, when the ban on alcohol seemed inevitable, every book about how to make liquor at home was checked out, and most were never returned.
People searching for missing loved ones sometimes scribbled messages in library books with the hope that the person they were looking for would see the message—as if the library had become a public broadcast system, a volley of calls and wished-for responses. Page margins were dappled with penciled pleas tossed into the wide-open sea of the library.
Los Angeles looked nothing like the old cities of the Midwest or the East, and its shape was spun out as if it had been created by centrifugal force rather than emerging from a hard center.
In 1973, the library even added a service called the Hoot Owl Telephonic Reference, which operated from nine P.M. until one A.M., long after the library was closed. Dialing H-O-O-T-O-W-L connected you to a librarian who could find the answer to almost any question.
As the investigation into the library fire zeroed in on him, Harry started rewriting his story over and over, each iteration a little askew from the one that preceded it. It was like reading a Choose Your Own Adventure book, taking a different path at each juncture.
The only suspect who resonated with the investigators was Harry, but the evidence against him was like mercury: slippery, shape-changing, inconstant.
"The library is a prerequisite to let citizens make use of their right to information and freedom of speech. Free access to information is necessary in a democratic society, for open debate and creation of public opinion."
I stepped into another portal to the future when I visited Cleveland recently and toured the headquarters of OverDrive, which is the largest digital content catalog for libraries and schools in the world.
The number is growing so fast that when I visited its headquarters, OverDrive had thirty-seven thousand member libraries and just a month later, when I called to confirm the number, it had risen by over eight percent. It might have seemed like a wild idea when it started, but within three years of its founding, OverDrive had loaned one million books, and in 2012, it had reached a hundred million checkouts. By the end of 2017, it had reached the milestone of having loaned one billion books. On an average day, seven hundred thousand books are checked out through OverDrive. The company has been so successful that, a few years ago, the Japanese conglomerate Rakuten paid $410 million to acquire it.
Perhaps in the future, OverDrive will be where our books will come from, and libraries will become something more like our town squares, a place that is home when you aren't at home.
Every time I thought I'd settled on the version of the story I trusted, something arose to punch a hole in it, and I was back at the beginning. In the end, I had no idea what was true or even what I decided to believe. I finally accepted the ambiguity. I knew for sure that once upon a time, the Los Angeles Central Library suffered a terrible fire, and a fumbling young man was caught up in it. Beyond that was all uncertainty, the life almost always is. It would remain a story without end, like a suspended chord in the last measure of a song—that singular, dissonant, open sound that makes you ache to hear something more.
A library is a good place to soften solitude; a place where you feel part of a conversation that has gone on for hundreds and hundreds of years even when you're all alone.
This is why I wanted to write this book, to tell about a place I love that doesn't belong to me but feels like it is mine, and how that feels marvelous and exceptional.
All the things that are wrong in the world seem conquered by a library's simple unspoken promise: Here I am, please tell me your story; here is my story, please listen.
Últimas palabras
Información procedente del conocimiento común inglés.Edita para encontrar en tu idioma.
In the checkout line, a heavyset man with three books under his arm began a jiggling, hip-wagging dance, and people stepped around him carefully on their way out the door.
La historia de cualquier incendio es la historia de un olvido, por eso casi nadie recuerda lo que ocurrió el 29 de abril de 1986. Aquel día la Biblioteca Pública de Los Ángeles amaneció consumida por el fuego, cuatrocientos mil libros se convirtieron en cenizas y otros setecientos mil quedaron irremediablemente dañados. Siete horas ardieron las estanterías y las mesas y los ficheros, pero ningún periódico cubrió la noticia porque al otro lado del mundo, entre los bosques densos de la Unión Soviética, ocurría el mayor accidente nuclear hasta la fecha: Chernóbil. ¿Quién querría quemar una biblioteca? ¿Por qué? Susan Orlean se hizo esas dos preguntas y al poco tiempo entendió que el fuego sería apenas un rastro, una línea punteada sobre la que dibujar su personalísima visión del conocimiento y de las personas que creen en él. La biblioteca en llamas es un homenaje a la lectura y el relato de una periodista obsesionada por encontrar al culpable de un crimen contra la memoria. Una investigación que se extendió más de una década y que a cambio nos revela personajes desopilantes, inverosímiles y tiernos. En 1986 tuvo lugar el mayor incendio de un edificio público en Estados Unidos. Nunca nos enteramos.
»¡Buenos días! Hoy te reseño un libro que se cataloga como no ficción novelada y forma parte de la colección, Temas de hoy. Un libro que apreciaréis muchísimo si valoráis la lectura, las bibliotecas y sobre todo si consideráis que los libros son algo consustancial a vuestra vida.
(...)
»MI OPINIÓN DE "LA BIBLIOTECA EN LLAMAS":
»En "Hablemos de Libros" ya publiqué mi opinión pero quiero dejarla en el blog para que más gente pueda leerla. Empiezo diciendo que me ha gustado, como habréis podido comprobar sólo reseño libros que me gustan aunque tenga alguna objeción que hacer, podría decirse que esta sección de libros es una apartado de RECOMENDACIONES, pero vamos con este libro que es una mezcla de novela, documental, reportaje periodístico. La editorial Planeta que me envió este ejemplar para reseña lo cataloga como no ficción novelada.
»La autora es una periodista y también novelista norteamericana con una vinculación personal a las bibliotecas y la lectura. Se entera del incendio de una biblioteca e inicia una investigación sobre la misma. Este libro es su narración en primera persona del proceso de investigación de años, desde el conocimiento del incendio y lo mezcla con sus reflexiones personales acerca del significado de la lectura, el valor de los libros, las bibliotecas, lo que tienen de centros para la comunidad, etc. Al mismo tiempo nos cuenta también cosas acerca del incendio, entrevistas con los bomberos, expertos en incendios, la vida del supuesto pirómano, la sociedad volcada para salvar los libros, el sistema bibliotecario, cómo hoy en día la biblioteca es más que un almacén de libros, etc. Es un libro entretenido y ameno, escrito de forma agradable y no se hace pesado pero ya os digo que está lleno de datos sobre las bibliotecas, conversaciones con bibliotecarios, bomberos, arquitectos, cualquier personaje con relevancia para poder contar lo del incendio y la función de la biblioteca como centro comunitario, el valor de la lectura, etc.
»He disfrutado de la lectura y considero que muchas de sus reflexiones son las que cualquiera de nosotros podríamos hacer de lo que disfrutamos leyendo o de lo que los libros significan. Muchos decís que leéis dos libros a la vez y creo que este libro sería ideal para este tipo de lectura. Lo que quiero decir es que me ha gustado y he disfrutado de todo el conocimiento que te proporciona este libro pero ha sido una lectura más pausada que si leyera una novela, creo que hubiera estado bien alternarlo con una lectura de ficción. No es como una novela que necesitas conocer el desenlace o lo que pasa con este personaje y aquél. Muy interesante y la verdad desconocía muchas de las cosas que se cuentan en esta historia. Se aprende y de forma amena pero no es una lectura para desconectar y que se lee en un plis plas, dicho esto la considero una lectura muy recomendable.
»Gracias a Planeta por enviarme este ejemplar para opinar.»
Fuente: https://www.elarmariodelubyjane.com/2019/05/resena-del-libro-la-biblioteca-en.ht... (visitada el 14-3-2024).
«Para quien no está vinculado directamente con el mundo de las bibliotecas, un libro que trate sobre la historia de una de estas entidades seguramente le parecerá denso –o de menos– poco atractivo; de ninguna manera es el caso del libro de Susan Orlean "La biblioteca en llamas", el cual es inspirador para todas las personas que diariamente están cerca de los libros y además, a través de una clara destreza, atrapa a todo aquel que tiene la suerte de tener en sus manos un ejemplar.
»La narrativa es ágil, fiel a los hechos reales, con trabajo profundo de investigación, hilada a partir de una sensible vivencia personal de la autora, que nos lleva a un acontecimiento poco conocido, ya que coincide con el desastre de la planta nuclear de Chernóbil, ocurrido el 26 de abril de 1986, en la central nuclear Vladímir Ilich Lenin, ubicada en el norte de Ucrania.
»Es extraordinario descubrir como una ciudad como Los Ángeles es capaz de detener su frenética actividad para hacer una cadena humana que permita el rescate de su patrimonio cultural, entendiendo que la biblioteca es una colección de narraciones que como especie nos acerca a la inmortalidad, una torre de libros es un tótem simbólico al que podemos recurrir no solo por información, sino para resguardar la mente del caos imperante en el entorno.
»A través de este libro recordamos a Ranganathan (bibliotecario indio, 1892-1972, creador de la clasificación facetada y considerado padre de la bibliotecología en la India) y aplicamos una de sus leyes donde nos damos cuenta que las bibliotecas son un gigantesco ser vivo, infinito y comunitario, que posee dentro de sí tal cantidad de conocimiento que podría a manera de ciencia ficción convertirse en un ente con inteligencia propia. No se trata solo de un almacén de libros, es un lugar de encuentro, refugio, contención, formación; un bien público.
»La autora nos lleva –casi sin que nos demos cuenta– por la historia de la biblioteca de Los Ángeles, lo que es igual a llevarnos por la historia de California, de Estados Unidos de América y del mundo. No es exagerado afirmar que los vaivenes históricos moldean las decisiones, las formas físicas, los contenidos, los servicios, los programas, los alcances, las visiones y las misiones de las bibliotecas, tan es así que una biblioteca será el reflejo de una sociedad y un momento histórico, así de viva está.
»Mas no sólo encontramos eventos macros, el libro nos muestra el impacto de las bibliotecas en la vida de sus directores y cómo la microhistoria y cosmovisión de cada uno de ellos se ve reflejada en el trabajo que realizan.
»Desde Mary Foy, la primera bibliotecaria que fue despedida a pasar de su reconocida labor porque la junta municipal consideró que no necesitaba tanto el empleo como su sucesora, hasta Szabo, que es un apasionado que reconoce la necesidad de dar atención a los cientos de indigentes que visitan la biblioteca; pasando por la locura de Lummis, que con su carisma atrajo a nuevos usuarios, nuevos proyectos e igual cantidad de problemas; o la aguerrida Kelso, que se atrevió a poner en estantería un libro censurado y que enfrentó a la junta del ayuntamiento y al señalamiento público.
»Cada uno de ellos, desde su perspectiva y recursos, protegió el derecho de los usuarios a la información, defendió ese derecho como una necesidad que nos distingue como humanos, comprendiendo que cuando hay problemas se recurre a las bibliotecas como un hogar seguro, de tal suerte que la Biblioteca Central de Los Ángeles abrió sus puertas cuando se necesitaba un centro de extracción de sangre, cuando las personas dejaban dentro de las páginas de los libros mensajes que sabían que podían ser peligrosos, mensajes anhelantes en espera de un giro del azar que los llevara hasta esa persona perdida.
»Los libros estaban prestos cuando la gran depresión era apabullante y era un consuelo poder llevarse de forma gratuita un libro en préstamo, porque se podía carecer de casi todo, pero el acceso al conocimiento seguía siendo una alternativa al alcance de la mano; la biblioteca estaba ahí prestando su espacio y materiales durante la Segunda Guerra Mundial para que el ejército aprendiera sobre los alemanes y sus alcances tecnológicos y científicos.
»La biblioteca también estaba cuando una alarma por fuga de gas sacó a cientos de personas de sus hogares y les brindó refugio.
»Es evidente que los problemas sociales atañen a las bibliotecas, porque los límites entre una y otra cosa están dibujados solo por muros porosos que filtran los temores y necesidades de las comunidades que las albergan.
»El evento catastrófico que marca profundamente la historia de la Biblioteca Central de Los Ángeles, y el cual da pauta a la autora, es el incendio del 29 de abril de 1986, con duración de siete horas y treinta y ocho minutos, en donde cuatrocientos mil libros fueron consumidos por el fuego y setecien-tos mil más fueron severamente dañados por el humo y el agua; lo equivalente a más de una docena de bibliotecas de tamaño estándar.
»El lugar continuó caliente después de cinco días, los bomberos se vieron obligados a usar tal canti-dad de agua que los ingenieros que revisaron el lugar tenían miedo de que el peso del agua provo-cara socavones; pero, además, determinaron que el incendio había sido provocado.
»La quema de libros intencional es un hecho repetitivo en la historia. En 1933 el partido nazi, sabiendo lo fundamental que son los libros, organizó en la plaza de la Ópera de Berlín lo que se conoce como Feuersprüche (hechizo de fuego), en donde se quemaron entre veinticinco mil y noventa mil libros escritos por judíos, lo que representó una tortura psicológica para "el pueblo del libro", y como lo predijo el poeta alemán Heinrich Heine: "Allí donde se queman libros, acaban quemándose hombres".
»En 1954 la Convención de La Haya creó un tratado para la protección del patrimonio cultural en caso de conflictos armados, lo cual no impidió que Mao durante la llamada "Revolución cultural" mandara quemar todos los libros, excepto los escritos por él, Marx y Lenin; o que los Jemeres Rojos quemaran los libros de la Biblioteca Nacional de Camboya; o que el ejército iraquí quemara la mayoría de las bibliotecas de Kuwait en 1990; o que casi doscientas bibliotecas ardieran en Bosnia y el noventa por ciento de la Biblioteca Nacional de Sarajevo fuera destruida.
»Cabe destacar que lo ocurrido en la Biblioteca Nacional de Los Ángeles no fue un acto en tiempos de guerra, aunque ver arder libros es ver la desaparición de las ideas con las que no estamos de acuerdo, lo cual se aplica de igual manera en tiempos de relativa paz y de abierta guerra. Acabar con los libros que hablan de una cultura o una idea no solo representa su muerte, es pretender que nunca nació.
»Harry Peak es el hombre señalado por los investigadores como el culpable del incendio; los expertos trabajaron arduamente para reunir pruebas, pero ¿qué motivó a este hombre sin aparente resentimiento social a un acto de tal magnitud?
»Orlean, de una forma muy peculiar, nos proporciona a través de su extraordinaria investigación todos los elementos para conocerlo. "La biblioteca en llamas" es un material imperdible.
»Cuando un pueblo pierde su memoria se pierde a sí mismo y quien no conoce la historia la repite, de ahí la importancia de la conservación del patrimonio cultural.»
Mary Carmen Rivera
Secretaría Académica,
Dirección General de Bibliotecas y Servicios Digitales de Información, UNAM
Fuente: «Biblioteca Universitaria», vol. 22, núm. 2, jul.-dic. 2019 – Vol. 23, núm. 1, en.-jun. 2020, pp. 221-223. DOI: https://doi.org/10.22201/dgb.0187750xp.0.0.1001 (visitada el 8-3-2024).
«Resumen y sinopsis de "La biblioteca en llamas" de Susan Orlean:
»La historia de cualquier incendio es la historia de un olvido, por eso casi nadie recuerda lo que ocurrió el 29 de abril de 1986. Aquel día la Biblioteca Pública de Los Ángeles amaneció consumida por el fuego, cuatrocientos mil libros se convirtieron en cenizas y otros setecientos mil quedaron irremediablemente dañados. Siete horas ardieron las estanterías y las mesas y los ficheros, pero ningún periódico cubrió la noticia porque al otro lado del mundo, entre los bosques densos de la Unión Soviética, ocurría el mayor accidente nuclear hasta la fecha: Chernóbil.
¿Quién querría quemar una biblioteca? ¿Por qué? Susan Orlean se hizo esas dos preguntas y al poco tiempo entendió que el fuego sería apenas un rastro, una línea punteada sobre la que dibujar su personalísima visión del conocimiento y de las personas que creen en él. "La biblioteca en llamas" es un homenaje a la lectura y el relato de una periodista obsesionada por encontrar al culpable de un crimen contra la memoria. Una investigación que se extendió más de una década y que a cambio nos revela personajes desopilantes, inverosímiles y tiernos».
Fuente: https://www.lecturalia.com/libro/99980/la-biblioteca-en-llamas (visitada el 14-3-2024). ( )