En la Barcelona de finales de los años 50, Daniel Sempere ya no es aquel niño que descubrió un libro que habría de cambiarle la vida entre los pasadizos del Cementerio de los Libros Olvidados. El misterio de la muerte de su madre Isabella ha abierto un abismo en su alma del que su esposa Bea y su fiel amigo Fermín intentan salvarle.

Elche - Abril 2017 ( )

Cuarta y última novela de la serie titulada “El Cementerio de los Libros Olvidados”, ambientada en Barcelona entre 1938 y 1966. El narrador es Daniel Sempere, heredero a cargo de la librería Sempere, salvo en las páginas finales donde toma el relevo su hijo Julián.
Protagoniza la acción Alicia Gris, misteriosa mujer, cruce de espía y detective privado, cuya vida salvó Fermín, el peculiar empleado de la librería Sempere, cuando de niña, estuvo a punto de morir durante un bombardeo en la Guerra civil. El relato, el más extenso de la tetralogía a la que pertenece, coincide en época, ambientación y algunos personajes, con las anteriores, aunque puede leerse de modo independiente. Ruiz Zafón ha creado un conglomerado narrativo multifacético que en cada libro contempla desde una perspectiva diferente sin dejar de ser el mismo. En esta ocasión la trama se apoya en un caso de corrupción financiera atribuido a dos hombres de negocios catalanes que financiaron al general Franco durante la guerra y recibieron como premio en la posguerra ventajas para sus empresas y el acceso a ocupar altos cargos. Las repercusiones de sus turbios negocios y su depravada conducta llegaron a atraer la atención de la policía y de otros elementos interesados, lo que provoca un conflicto de competencias que da lugar a numerosos enfrentamientos armados. La figura, entre romántica y enigmática, de Alicia Gris centra el complejo entramado que recae sobre ella, obligada a desentrañar una serie de sucesos sobre los que durante años cayó una férrea cortina de silencio. A las críticas al gobierno del general Franco y a la policía, acusada de servilismo ante el poder y de utilizar métodos brutales, se unen las alusiones irónicas a las creencias religiosas y a la imagen de una sociedad cómplice, como rasgos que esta novela repite en términos similares a las tres anteriores. Difiere de ellas en una complejidad argumental mucho más acentuada, en tanto que, además del amor a los libros, también se implica en la búsqueda de dos niñas, hijas de padres encarcelados después de la guerra que fueron secuestradas y cedidas cada una de ellas a un matrimonio afecto al régimen. La extensión del texto, los cambios de tiempos y lugares, los diálogos prolijos, el estilo tosco, y ciertas concesiones al melodrama, son rasgos típicos de una obra dirigida al público poco exigente en materia literaria y comercialmente rentable. Las referencias eróticas son breves y en muchos casos se reducen a frases y observaciones obscenas.

—Julián, bienvenido al Cementerio de los Libros Olvidados» (pág. 874).

—Este lugar es un misterio. Julián, un santuario. Cada libro, cada tomo que ves, tiene alma. El alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él. Cada vez que un libro cambia de manos, cada vez que alguien desliza la mirada por sus páginas, su espíritu crece y se hace fuerte. Hace ya muchos años, cunado el abuelo me trajo por primera vez aquí, este lugar ya era viejo. Quizá tan viejo como la misma ciudad. Nadie sabe a ciencia cierta desde cuándo existe, o quiénes lo crearon. Te diré lo que el abuelo me dijo a mí. Cuando una biblioteca desaparece, cuando una librería cierra sus puertas, cuando un libro se pierde en el olvido, los que conocemos este lugar, los guardianes, nos aseguramos de que llegue aquí. En este lugar, los libros que ya nadie recuerda, los libros que se han perdido en el tiempo, viven para siempre, esperando llegar algún día a las manos de un nuevo lector, de un nuevo espíritu. En la tienda nosotros los vendemos y los compramos, pero en realidad los libros no tienen dueño. Cada libro que ves aquí ha sido el mejor amigo de alguien. Ahora solo nos tienen a nosotros, Julián. ¿Crees que podrás guardar este secreto? (pág. 875).

Cada día estaba más convencido de que la buena literatura tenía poco o nada que ver con quimeras triviales como «la inspiración» o «el tener algo que contar» y más con la ingeniería del lenguaje, con la arquitectura de la narración, con la pintura de las texturas, los timbres y los colores de la construcción, con la fotografía de las imágenes y con la música que podía producir una orquesta de palabras (pág. 880).

Tal y como yo la soñaba, la narración estaría dividida en cuatro volúmenes interconectados que obrarían a modo de puertas de entrada a un laberinto de historias. A medida que el lector se adentrase en sus páginas sentiría que el relato se ensamblaba como un juego de muñecas rusas en el que cada trama y cada personaje conducía a otro y este, a su vez, a otro más y así sucesivamente (pág. 885). ( )

En la Barcelona de finales de los años 50, Daniel Sempere ya no es aquel niño que descubrió un libro que habría de cambiarle la vida entre los pasadizos del Cementerio de los Libros Olvidados. El misterio de la muerte de su madre Isabella ha abierto un abismo en su alma del que su esposa Bea y su fiel amigo Fermín intentan salvarle.
Justo cuando Daniel cree que está a un paso de resolver el enigma, una conjura mucho más profunda y oscura de lo que nunca podría haber imaginado despliega su red desde las entrañas del Régimen. Es entonces cuando aparece Alicia Gris, un alma nacida de las sombras de la guerra, para conducirlos al corazón de las tinieblas y desvelar la historia secreta de la familia… aunque a un terrible precio.