Danny Skinner es una joven versión contemporánea del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Reparte su tiempo libre entre el fútbol, las mujeres, las borracheras monumentales y las grescas apocalípticas por un lado, y la lectura de Rimbaud, Verlaine y Schopenhauer por el otro. Y en su tiempo de asalariado, trabaja en Sanidad y Medio Ambiente y se dedica a inspeccionar restaurantes. Aunque también aquí la dualidad se repite, porque Danny Skinner oficialmente está interesado en la salubridad e higiene de los lugares donde cocinan los grandes chefs, y también los menos grandes, y en recibir algún que otro soborno, pero extraoficialmente pretende averiguar sus más turbios secretos de alcoba: el joven es hijo de madre soltera, una pionera del punk que jamás ha querido abrir la boca, y sospecha que su progenitor puede ser uno de estos divos contemporáneos, uno de los emperadores de esas cocinas que él visita con ojo avizor. Hasta que un día, en medio de este inestable equilibrio laboral y vital, aparece Brian Kibby, un perfecto buen chico un tanto friki, que jamás se emborracha, es aficionado a los trenes eléctricos de juguete, hace higiénicas excursiones a la montaña y asiste a las convenciones de Star Trek. Y Brian se pone a trabajar junto a Danny, que comienza a experimentar un odio inmediato y fulgurante por el recién llegado, tan instantáneo y ardiente como la admiración que Brian siente por él.

"Danny Skinner es una joven versión contemporánea del Dr. Jekyll y Mr Hyde. Reparte su tiempo libre entre el fútbol, las mujeres, las borracheras monumentales y las grescas apocalípticas por un lado, y la lectura de Rimbaud, Verlaine y Schopenhauer por el otro. Y en su tiempo de asalariado, trabaja en Sanidad y Medio Ambiente y se dedica a inspeccionar restaurantes. Aunque también aquí la dualidad se repite, porque Danny Skinner oficialmente está interesado en la salubridad e higiene de los lugares donde cocinan los grandes chefs, y también los menos grandes, y en recibir algún que otro soborno, pero extraoficialmente pretende averiguar sus más turbios secretos de alcoba: el joven es hijo de madre soltera, una pionera del punk que jamás ha querido abrir la boca, y sospecha que su progenitor puede ser uno de estos divos contemporáneos, uno de los emperadores de esas cocinas que él visita con ojo avizor. Hasta que un día, en medio de este inestable equilibrio laboral y vital, aparece Brian Kibby, un perfecto buen chico un tanto friky, que jamás se emborracha, es aficionado a los trenes eléctricos de juguete, hace higiénicas excursiones a la montaña y asiste a las convenciones de Star Trek. Y Brian se pone a trabajar junto a Danny, que comienza a experimentar un odio inmediato y fulgurante por el recién llegado, tan instantáneo y ardiente como la admiración que Brian siente por él."
(Edit. promo.)

Aunque en el resumen de la cubierta ponga que se trata de una novela al estilo de Dr. Jekill y Mr. Hyde, la verdad es que la novela es más la del "Retrao de Dorian Grey" (spoiler) Cuando Danny Skinner se da cuenta de que todos los clavos, enculadas y malos rollos se le traspasan por arte de magia a su odiado compañero Kibby, empieza a hacer el macarra cosa mala y te da la impresión de que eso ya lo habías leído (cosa cierta si ya has leído al señor Welsh anteriormente) pero luego se empiezan a atar cabos y la cosa va pillando sentido (al contrario de las pelis de Lynch) (/spoiler)

Lo primero que piensas cuando pillas el libro es "qué bien, uno nuevo de Welsh! y qué gordo es!" se te va la pinza y lo compras (lo pillé en Gong, cuando fui a buscar el disco del Reverendo para Txot) Según lo vas leyendo, te salta una pequeña sensación de hastío y ya empiezas a pensar "jo, otro libro de Welsh, y qué gordo es" porque toda la primera parte te suena, te suena a sus otros libros, a sus otros personajes que se ponen hasta el culo en pubs mierdentos y que encima son casuals y que son más guays y más cabrones que nadie. Y te cansan.

Pero aún así el libro te empieza a enganchar y sigues leyéndolo y al final el ritmo se acelera y te salen respuestas a todo lo que salía antes. Al final, te das cuenta de que el autor vuelve a rizar el tema sobre el que siempre está escribiendo y que no es el de hacer el macarra sino el de las relaciones sociales y familiares.

(Vaya, parece que con la nueva interfaz de LT no me entero cómo se hace para puntuar el libro, pero le pongo cuatro estrellas, que lo sepais) ( )