Un clásico de la Historia Medieval. Por lo visto, Pirenne se pasó sus últimos veinte años dándole vueltas a una idea: la caída de la Antigüedad no fue en el siglo IV con las invasiones germánicas, sino más bien en el VII, con la aparición del Islam. Este sería el verdadero inicio de la Edad Media. Los "bárbaros" estaban bastante romanizados y, tras deponer al último emperador de Occidente, se latinizaron aún más en costumbres, lengua, instituciones, etc. Siempre mantuvieron el respeto al emperador de Bizancio y éste, por su parte, pudo reconquistar amplias partes del antiguo imperio occidental y era, sin duda, el gran factor de la Iglesia aún unificada. Pero la irrupción de los musulmanes redujo a Bizancio a la categoría de potencia regional, separándola de Occidente, dejó al Papa como única fuerza espiritual y cultural en esta zona del Mediyerráneo y, sobre todo, privó a Europa de todo contacto comercial y casi hasta cultural con Oriente, además de hacerse con todo el norte de África, el Medio Oriente y amplias zonas del propio sur continental al menos hasta muchos siglos después. El norte de Europa tuvo que reorganizarse y volverse sobre sí mismo: el resultado fue el efímero imperio carolingio y la lenta aparición de una civilización que ya sí tenía otras características.

Parece que Pirenne dejó esta obra casi terminada, pero sin rematar. A su muerte, entre su hijo y un discípulo ordenaron los papeles y fichas y lo publicaron. Es bastante evidente (y ambos compiladores lo reconocen) que el autor hubiera querido darle una última vuelta sobre todo en cuestión de estilo literario, pero, tal como está, sigue siendo una aportación indispensable a nuestro conocimiento de los orígenes de Europa ( )