Desde los romances medievales y el viejo Cantar, casi contemporáneo del guerrero castellano, pasando por el teatro clásico, el Cid Campeador llegó sin perder atracción popular hasta los días de la novela histórica.
Manuel Fernández y González (1821 - 1888), el más fecundo e ingenioso servidor del género novelesco que contó con el aplauso de un público, tenía que sentirse atraído por el paladín cristiano y por una época que se prestaba como ninguna a los juegos de su imaginación. Ésta supera a la historia conocida y suple la desconocida para hacernos vivir en las páginas de esta novela un mundo de combates encarnizados y férrea dureza, paliado por la presencia de Jimena y su amor. La vida palaciega musulmana ofrece un colorismo en sus escenas en un ambiente al que se inclinaba gustosamente el novelista, evocando la romántica Granada de su juventud. En este caso, la novela sigue muy de cerca la realidad de los hechos tal como han llegado a nuestro conocimiento, pero ni un momento deja de ser novela. ( )