Lew Archer sabe que los secretos del pasado son los que provocan los misterios del presente. El tiempo tan sólo los hiberna, hasta que estallan ante la atónica mirada de sus protagonistas. Así que, cuando los Chalmers, ricos y poderosos, le reclaman, preocupados por el comportamiento de su hijo, a él le basta con escarbar un poco en sus vidas para saber que sólo encontrará la respuesta si rastrean minuciosamente sus propias conciencias.