Conocí a Puelles en La foto de Portobello, y digo “en” porque según el padre de Virginia, la narradora del libro protagonista de esta reseña, “es imposible escribir algo que no se parezca a uno“. En aquel libro no me sorprendió tanto la historia como el estilo; las sensaciones y emociones de Sonia se introducen en el lector. El rayo azul me absorbió de tal manera que me sentí la sombra de Marie Curie, tanto que su esfuerzo y constancia me costaron una alegría desbordante al producirse ese hallazgo tan esperado en su vida. Pero La voz del árbol me ha enamorado. No puedo expresar qué ha sido exactamente lo que ha llegado tan hondo en mí. El libro en conjunto despide belleza, amor y ternura. Desde su encuadernación, pasando por las bonitas ilustraciones de Adolfo Serra hasta la preciosa historia de la familia se ha apoderado de mis ilusiones y sueños. Me siento como Virginia imaginando que forma parte de Orlando. Sería maravilloso pertenecer a esta familia tan encantadora, divertida y amante de todo ser vivo. Y los causantes son el estilo y las palabras de Vicente Muñoz Puelles, ¿cómo si no?

Virginia nos habla del entorno en el que vivió, de sus padres y hermanos y, por supuesto, de los animales, que fueron parte esencial de la familia. Con amor nos habla de Laika, su perra y compañera fiel; de sus hermanos Lucas, Jorge y Gerardo y de la mágica conexión que tenía con su padre. Son las memorias de su vida en la casa de la colina, de sus mascotas favoritas, como Hugo el hurón, de los ratos que pasaron viendo fotos de la infancia de su madre en Rusia o escuchando las reflexiones de su padre y del descubrimiento del árbol de los libros, que para ella continúa siendo un misterio…

En la primera parte de la narración nos presenta a los protagonistas de su historia, que son todos los integrantes de su familia. La segunda mitad del libro tiene un toque de misterio que afecta tanto a Virginia como al lector. A ella porque se ha encontrado con algo que le sorprende y gusta y al lector porque quiere saber más sobre cómo acaba la anécdota. El final del libro puede sorprender porque no sea lo más esperado.

Un concepto que me ha gustado es la sinceridad con que describe cada situación, cada personaje, cada pensamiento. Y desde luego la sencillez de la narración y de las preciosas y completas descripciones. Las palabras dedicadas a cada familiar destilan franqueza y respeto, llenan de cariño a los personajes y acercan al lector a la narradora. Gracias a las presentaciones de las primeras páginas es posible sentirnos como un personaje más dentro de sus recuerdos. La calidez y ternura que desprenden sus recuerdos hacen de la lectura un auténtico placer.

¿Qué pretende Puelles con esta obra? ¿Acercarnos a la literatura? ¿Mostrarnos que la lectura no es sólo el acto de leer y que puede ser nuestra mejor compañera?
Puede, incluso, que no sintiera necesidad de transmitirnos nada de esto, pero, el conjunto de su obra manifiesta pasión por los libros, por el momento en que uno se pone a leer, por lo que nos sucede a los lectores cada vez que las letras de las páginas dibujan en nuestras mentes.

A todo amante de la naturaleza, a los que no lo son, para que comprendan cuánto podemos recibir de ella; a los que se deleitan con un libro, a los que les cuesta abrir cualquiera, porque es una lectura tan agradable que no supondrá ningún esfuerzo; y en general a todas las personas de cualquier edad les invito a disfrutar de La voz del árbol. ( )

Virginia vive en el campo con su familia, rodeada de animales y plantas. La convivencia con la perra Laika, la rana Renée, el hurón Hugo o el pájaro Grip es tan natural como con cualquiera de sus hermanos. Los animales parecen ser un miembro más de la familia. Pero ese verano, Virginia descubre algo muy especial: una cabaña en un árbol en la que van apareciendo libros de forma misteriosa. ¿Quién los deja ahí? ¿Por qué?