El 28 de julio de 1914, Alfie celebra la fiesta de su quinto cumpleaños que coincide con el estallido de la primera guerra mundial. El padre de Alfie, Georgie, decide alistarse inmediatamente porque cree que es su obligación de ciudadano y, además, está convencido de que todo acabará antes de que lleguen las Navidades. Después de cuatro años y enfrentado a un panorama desolador, Alfie descubre que el padre al que ya daba por muerto no regresa porque está internado en un hospital militar, así que decide coger un tren e ir a buscarlo para traerlo de vuelta.

De nuevo Boyne, a través de un niño nos cuenta las vivencias que le acontecen debido a una guerra. En este caso se trata de la primera guerra mundial, una guerra que cuando se empezó se pensaba iba a ser muy rápida, y sin embargo fue muy larga, muy dura y muy cruel, especialmente para los que participaron en ella, pero también para sus familias.
En mi opinión el libro carece de la frescuera de "el niño del pijama a rayas". Pero plantea problemas interesantes, como los de los casos entre los soldados de "neurosis de guerra", es decir la enfermedad mental producida por la continua presión de verse somentidos constantemente al peligro de muerte, a los bombardeos, a las atrocidades que se ven y se comenten en el frente. Esto que hoy está asumido, llegó a confundirse en algunos casos con simple cobardía...
También se plantea el caso de la objeción de conciencia a luchar, y cuyo ejercicio no era fácil, ni mucho menos. ( )