Según la costumbre española, en noviembre hay que leer esta obra o asistir a una de sus muchas representaciones por todo el país. La razón es el protagonismo de los muertos. Pero la tremenda popularidad de esta versión del mito de Don Juan no puede explicarse solo por tradición. Ya desde su estreno fue un éxito fulminante, y hoy se sigue leyendo con avidez, como uno de los mejores dramas románticos en español. La viveza de la acción, la facilidad (aparente) de los versos, la espectacularidad de la puesta en escena (con multitud de efectos especiales) y los estupendos personajes, todo contribuye a que el lector quede atrapado. Pero lo mejor, sin duda, el personaje principal, un noble calavera que, no se sabe si arrastrado por sus propias bravuconadas o por auténtico afán interior de ir siempre más allá, acaba desafiando a los muertos y espantando a los golfos más duros de la Sevilla renacentista. Mientras en su interior se sabe un canalla de la peor especie, por fuera mantiene su pose cínica e irresistible a la vez. No quiero ahora pensar en las múltiples interpretaciones que se han dado a este personaje, ni a las conexiones y diferencias entre las diferentes versiones de esta historia. Me quedo con una obra cumbre del teatro romántico español, un auténtico clásico.

En este tomo encontramos también una pequeña obra histórica, "El puñal del godo", sobre el destino del último rey visigodo. Hoy se recuerda porque Zorrilla la escribió por una apuesta en apenas unas horas. Cosas de su época. ( )