PENSAMIENTOS

En los últimos años de su vida
Pascal se propuso escribir una obra,
«Apología del cristianismo», a partir
de sus meditaciones sobre los
milagros y demás pruebas de la religión
cristiana. La muerte lo sorprendió
y la obra quedó inconclusa. Sus
editores publicaron póstumamente
las anotaciones que el autor reunió
entre 1657 y 1658 con el inapropiado
título de Penshes (Pensamientos)

En su proyecto apologético, Pascal
muestra a un ser humano sin aptitudes
para llegar al estado de gracia,
incapaz de aprehender la verdad
o de alcanzar el bien, aun cuando
se encuentra irremediablemente
empujado a querer conseguir ambas
cosas. Todo parece indicar que esta
obra estaría dirigida a convertir a sus
amigos libertinos y, para conseguir
un mayor poder de persuasión, en la
primera parte se apoya en argumentos
de autores con quienes está en deuda:
Michael de Montaigne, el escéptico
Pierre Charron, el epicúreo Pierre
Gassendi y el filósofo político
Thomas Hobbes. Con seguridad,
toda la segunda parte se erige en un
intento de aplicarse a los argumentos
de las interpretaciones figurativas
de la Biblia según san Agustín.

Parece que Pascal proyectaba una gran obra a modo de apología del cristianismo, tal como él lo veía. Iba escribiendo cosas por aquí y por allá y con parte de ellas fue haciendo legajillos. Al morir, sus herederos editaron esos documentos, tanto los agrupados como los que encontraron en los sitios más insospechados (como los puños de su chaqueta, que en la época se utilizaban a modo de bolsillos). Por cierto, que cada vez que alguien echaba mano a estos papeles, los ordenaba de un modo diferente y hacía su propia edición. Y todo este montón de escritos sueltos, ordenados y desordenados varias veces, muchos de ellos apenas apuntes casi sin sentido, son hoy uno de los libros más influyentes del pensamiento occidental. Al leerlo, he reconocido incluso mantras ideológicos de mi infancia, como la apuesta por la existencia de Dios, que me repetía mi abuela.

Como es obvio, no es fácil leer los "Pensamientos". Exige concentración plena, que no siempre este lector ha conseguido mantener, y un amplio conocimiento escriturístico. Pero, al final, entre la multitud de aforismos e indicaciones sueltas, queda claro que el cristianismo no es racional, pero sí es razonable. Uno de los padres de la matemática moderna está convencido de que "el corazón tiene razones que la razón no entiende" (otra frase suya, muy repetida pero no menos veces olvidando a su autor), y que las ciencias están muy bien, claro que sí, pero la verdadera felicidad del ser humano está en Dios, y no le demos más vueltas. Hay que volver a Pascal, aunque cueste mucho trabajo. Eso sí, recomiendo una lectura caótica, porque este texto lo es. ( )