Kurt Wallander frente a un enemigo intocable y temible que pondrá en peligro su vida y a prueba toda su capacidad como detective.
Lo último que ha visto un abogado, antes de ser asesinado, es un muñeco del tamaño de un hombre atravesado en la carretera, donde se vio obligado a detenerse en medio de la espesa niebla. Este extraño comienzo, cargado de una atmósfera de misterio tan clásica, es el punto de partida de un complicado caso de delincuencia económica en las altas esferas. Pero es también el inicio de un enfrentamiento cada vez más personal del inspector Wallander con un adinerado, sonriente y autoritario mecenas. Sintiendo a cada paso su vida amenazada, el inspector se ganará el respeto de su enemigo pero no se detendrá hasta borrar esa sonrisa de su rostro.

Wallander parecía estar demasiado preocupado por sus cosas, así que Mankell le hace despertar. En medio de su depresión existencial por haber matado a un hombre, decide dejar la policía, pero justo en ese momento asesinan a un antiguo amigo (el abogado que había llevado su divorcio), que pocos días antes le había pedido ayuda para aclarar la muerte de su padre, aparentemente en accidente de coche. El comisario vuelve a su comisaría y a su gente (reforzada con una mujer que dará muchísimo juego) y se sacude de un plumazo sus pajas mentales. Mankell nos regala ahora una historia policíaca pura y dura, sin desviaciones inútiles, apenas algunos guiños dispersos para que no nos olvidemos de la vida personal de su protagonista. Los malos tienen, eso sí, conexiones internacionales, pero nuestra historia transcurre íntegramente en Escania, sin concesiones. La principal novedad, de cara a la serie, es la nueva mujer policía, tremendamente eficaz, con la que se palpa la tensión erótica pero sin jamás llegar a explicitarla, ni siquiera a sugerirla más que de forma muy vaga: ella está casada y nada hace dudar de su felicidad, y él sigue enamorado de su letona. Pero, ya digo, que todo esto es lo de menos frente a una magnífica historia de buenos y malos. Wallander ha vuelto, gracias a Dios. ( )

Kurt Wallander frente a un enemigo intocable y temible que pondrá en peligro su vida y a prueba toda su capacidad como detective.
Lo último que ha visto un abogado, antes de ser asesinado, es un muñeco del tamaño de un hombre atravesado en la carretera, donde se vio obligado a detenerse en medio de la espesa niebla. Este extraño comienzo, cargado de una atmósfera de misterio tan clásica, es el punto de partida de un complicado caso de delincuencia económica en las altas esferas. Pero es también el inicio de un enfrentamiento cada vez más personal del inspector Wallander con un adinerado, sonriente y autoritario mecenas. Sintiendo a cada paso su vida amenazada, el inspector se ganará el respeto de su enemigo pero no se detendrá hasta borrar esa sonrisa de su rostro.
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