Son dos tomos

Su protagonista, Melmoth, una especie de Fausto y Mefistófeles, después de haber sellado un pacto con el Diablo, logra que su vida se prolongue indefinidamente, lo cual le convierte en un ser cuyo tormento no tiene fin, y sólo podrá librarse de su condena cuando encuentre a alguien dispuesto a asumir tal destino. Su errancia le conduce a los lugares más siniestros creados por los hombres: cárceles, manicomios, los tribunales de la Inquisición... Melmoth el errabundo se erige como un monumento a una visión infernal del destino humano, en el que sólo existe un acto eternamente repetido: el descenso y hundimiento en el abismo.

John Melmoth --mezcla de Mefistófeles, dandy byroniano y vampiro-- prueba con su errática existencia de casi dos siglos que la inmortalidad es tan paradójica como el absurdo de la muerte. Un pacto diabólico lo destina a ella, a cambio de su alma. Pero la eternidad le aburre: elimina el azar, el imprevisible placer del asombro. Así, este tenebroso y atractivo personaje desea la muerte traspasándole a otro hombre su sino fatal. Melmoth deambula en su búsqueda, creando las prodigiosas aventuras de un hombre que hace del terror una de las mayores y mejores creaciones del alma humana. El clérigo Charles Maturin cierra con esta sorprendente novela (1820) el ciclo literario de la novela gótica, tiempo que se vuelve a abrir de tiempo en tiempo --Poe, Lovecraft, Borges-- para afirmar el peso y el valor de lo maravilloso. ( )

En plena decadencia de la «novela gótica», cuando ya parecía que sus recursos estaban totalmente explotados, apareció como un «canto de cisne» la obra cumbre del género, Melmoth el errabundo, escrita por un excéntrico clérigo irlandés: Charles Robert Maturin (1782-1824). Publicada en 1820, esta obra lleva a su cima la representación de la concepción gótica de la existencia, subrayando los aspectos más terribles y problemáticos de la vida humana, sin concesiones.
Su protagonista, Melmoth, una especie de Fausto y Mefistófeles, después de haber sellado un pacto con el Diablo, logra que su vida se prolongue indefinidamente, lo cual le convierte en un ser cuyo tormento no tiene fin, y sólo podrá librarse de su condena cuando encuentre a alguien dispuesto a asumir tal destino. Su errancia le conduce a los lugares más siniestros creados por los hombres: cárceles, manicomios, los tribunales de la Inquisición... Melmoth el errabundo se erige como un monumento a una visión infernal del destino humano, en el que sólo existe un acto eternamente repetido: el descenso y hundimiento en el abismo. ( )