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Cargando... Fliehe weit und schnell: Kriminalroman (Kommissar Adamsberg ermittelt, Band 3) (2001 original; edición 2004)por Fred Vargas (Autor), Tobias Scheffel (Übersetzer)
Información de la obraHuye rápido, vete lejos por Fred Vargas (Author) (2001)
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Inscríbete en LibraryThing para averiguar si este libro te gustará. Actualmente no hay Conversaciones sobre este libro. Alguien ha pintado un cuadro negro, invertido, con la base ancha, sobre cada una de las trece puertas de un edificio del distrito 18 de París. Debajo, aparecen tres letras, CLT. El comisario Adamsberg las fotografía y titubea: ¿es una simple pintada o una amenaza? En el otro extremo de la ciudad, Joss, el viejo marino bretón que se ha convertido en pregonero de noticias, está perplejo. Desde hace tres semanas, en cuanto cae la noche, una mano desliza incomprensibles misivas en su buzón. ¿Se trata de un bromista? ¿Es un loco? Su bisabuelo le murmura al oído: "Ten cuidado, Joss, no sólo hay cosas bonitas en la cabeza del hombre". Una novela muy interesante. Todos los personajes son extraños, sacados de los bajos fondos de París: un moderno pregonero, un "asesor de la vida", antiguas prostitutas, mujeres maltratadas, vendedores de objetos usados, medievalistas empleados en labores domésticas.. todo el mundo tiene álgo que esconder y mucho que olvidar, incluyendo a los policías, modernos Holmes y Watson (modelos intuitivo/racional). Los personajes crecen y desaparecen, para dar protagonismo a otros aparentemente menos importantes. La acción trancurre en un corto espacio de tiempo. Unos extraños símbolos en forma de números cuatro al revés, empiezan a aparecer en varios edificios de la ciudad. Una mujer los denuncia. Un antiguo profesor, empieza a relacionar los mensajes en apariencia incomprensibles, que un moderno pregonero recita, con textos eruditos sobre la amenaza de la peste negra. Un policía recibe ambas informaciones, teoricamante inconexas, pero aparece el primer muerto, con el cuerpo cubierto de hollín, en un edificio marcado con símbolos... pero estrangulado. ¿Por qué hacer creer que la peste negra ha vuelto, por qué enmascarar los asesinatos con una especie de juicio de Dios? Los mensajes su suceden, a la vez que los asesinatos. El pánico se apodera de la población, la pintura negra con la que se pintan los símbolos protectores ante la peste, se agota y con ello se diluyen los mensajes originales del "sembrador". Pero los mensajes cumplen otra misión: el autor informa a sus victimas de que va cerrando el cerco sobre ellas. La psiquiatría juega de nuevo su papel: las vivencias existenciales de la infancia y de la primera juventud marcan al individuo. La resolución totalmente impactante. Una serie de signos extraños empiezan a aparecer en las puertas de todo París, mientras que en la urna que utiliza un pregonero contemporáneo (el tipo, un antiguo navegante, coloca un caja para que la gente deje mensajes que él, a horas fijas, pregona; sin duda, el mejor personaje de la novela) aparecen mensajes extraños. Todo ello se relaciona con la peste, y pronto empiezan a aparecer muertos que parecen serlo de peste. El nuevo jefe de la Brigada Criminal de la ciudad le da vueltas al tema, hasta que descubre una muy complicada historia que no voy a resumir aquí. Pero, mezclados con la historia principal hay, como suele suceder, personajes secundarios realmente interesantes, casi más que los principales. El propio pregonero, que había pasado su temporada en la cárcel por patear a su armador, el cual había dejado que capitanease un barco podrido que por ello naufragó llevándose a tres marineros por delante, y por eso tuvo que emigrar a París, donde recuperó el oficio de pregonero de sus antepasados. Y un anciano que sobrevive alquilando habitaciones, vendiendo a escondidas labores de ganchillo y, sobre todo, como "consejero de las cosas de la vida". Y un medievalista que vive con sus hermanos, también historiadores pero de especialidades diferentes, que se gana la vida como lavandero y planchador a domicilio. Y una antigua puta que se regenera porque el anciano le ofrece casa y comida a cambio de que cuide de él y de su casa. Y el normando descendiente de Tor que regenta un bar en la plaza de los pregones. Y los policías de la brigada, variopintos y descritos sólo de pasada. Y, sobre todo, el comisario, digno heredero de Maigret, que aborrece lo razonable y los sistemas, en el trabajo y en su desastrosa vida privada (¿para cuándo un detective que tenga una familia normal?), pero al que las intuiciones, las asociaciones espontáneas y el conocimiento del aire del lugar de los crímenes le acaban poniendo en la pista buena. Buen libro, pues. "Alguien ha pintado un cuatro negro, invertido con la base ancha, sobre cada una de las trece puertas de un edivicio del distrito 18 de París. Debajo aparecen tres letras: CLT. El comisario Adamsberg las fotografía y titubea: ¿es una simple pintada o una amenaza? En el otro extremo de la ciudad, Joss, el viejo marino bretón que se ha convertido en pregonero de noticias, está perplejo. Desde hace semanas, en cuanto cae la noche, una mano desliza incomprensibles misivas en su buzón. ¿Se trata de un bromista? ¿Es un loco? Su bisabuelo le murmura al oído: Ten cuidado Joss, no sólo hay belleza en la cabeza del hombre" (edit. promo.) La Peste Negra resultó ser la principal causa de mortandad durante la Edad Media (si exceptuamos motivos más cruentos como las batallas tipo Cruzadas que se montarían por entonces) y aún así ya casi ha quedado olvidada. Hasta que alguien activa el mecanismo de pánico otra vez. La autora ha aprovechado para mostrarnos la forma en la que actúa el pánico colectivo con el cuatro invertido que se pinta en las puertas de las casas a modo de salvaguarda contra la peste. Los botes de pintura de ese color se agotan en las ferreterías y el número de puertas con el signo pintado se contabiliza en la prefectura en plan avalancha. De hecho, aunque parezca una simpleza, el símbolo es tan importante que aparece dibujado al principio del libro para que nos hagamos una idea de su forma (y menos mal, porque con la descripción no me lo imaginaba así ni de coña). La novela arranca de una forma muy atractiva, con las divagaciones de un personaje altamente magnético (Joss, el marino bretón) pero luego va perdiendo fuelle. De hecho, el Joss mismo va perdiendo protagonismo hasta que al final casi ni se le menciona. Con esta novela me sobrevino una especie de epifanía, en plan: el/la maloso/a debe de ser alguna de las personas mencionadas a lo largo de la trama. La resolución no puede venir ex nihilo (y al final resultó ser cierto, aunque un pelín más complicado de lo que pudiera parecer) El Jakon se encargó de desinflarme ese momento de iluminación advirtiéndome que ya en su momento Agatha Christie puso en boca de Poirot ese tipo de reglas (se debe presentar a los protagonistas en la trama, el detective nunca puede saber más que el lector, ...) y que no resultaba ser nada nuevo. Da gusto tratar con gente tan ilustrada, pero a veces ese sentimiento puede verse sospechosamente identificado con el porculeo que da tanto listillo junto. sin reseñas | añadir una reseña
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Alguien ha pintado un cuatro negro, invertido, con la base ancha, sobre cada una de las trece puertas de un edificio del distrito 18 de París. Debajo aparecen tres letras: CLT. El comisario Adamsberg las fotografía y titubea: ¿es una simple pintada o una amenaza? En el otro extremo de la ciudad, Joss, el viejo marino bretón que se ha convertido en pregonero de noticias, está perplejo. Desde hace tres semanas, en cuanto cae la noche, una mano desliza incomprensibles misivas en su buzón. ¿Se trata de un bromista? ¿Es un loco? Su bisabuelo le murmura al oído: «Ten cuidado Joss, no sólo hay cosas bonitas en la cabeza del hombre». No se han encontrado descripciones de biblioteca. |
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