En cuanto vi que Nathaniel volvía a invocarme, supe que algo no iba bien. La primera vez que osó molestarme tuve que ayudarle a robar el amuleto de Samarkanda. ¿Qué querrá esta vez? Para ser que el niño tiene algún que otro problema: en Londres medio barrio de Picadilly ha sido destruido y le han dado seis semanas para descubrir al culpable. ¡Qué pereza! Con lo bien que estaba yo tomando el sol. ¿Porqué me hará trabajar? ¿Por qué no invocará a un espíritu inferior? En fin, no puedo negarme, pero eso sí, hemos llegado a un pacto: seis semanas, solo estaré seis semanas a su servicio, yo después me piro...

EL OjO DEL GOLEM

Han pasado dos años desde que Nathaniel
frustró el complot de Simon Lovelace, que a
punto estuvo de acabar con la vida del primer
ministro. Aquel heroico acto le permitió entrar
a formar parte del aparato ministerial, rodeado
por las principales figuras de la brujería
británica, y ascender, con sólo catorce años,
al cargo de ayudante del ministro de Asuntos
Internos. Una posición de enorme
responsabilidad dado el delicado momento
por el que pasa el Imperio, que prepara una
gran campaña contra Estados Unidos y a la
vez sufre el ataque constante de la Resistencia,
oculta en los bajos fondos de Londres y cuyos
ataques se han hecho cada vez más osados.

La paciencia del jefe de la Policía, de los
miembros del Gobierno y del primer ministro
se está agotando, y la carrera de Nathaniel
como hechicero empieza a peligrar seriamente.
Pero lo que ni él ni sus superiores saben todavía
es que tras el último atentado no se hallan los
rebeldes, sino algo impulsado por una magia
que se creía desaparecida hacía siglos.

A su pesar, y aun a riesgo de provocar el enfado
de un genio (cosa poco recomendable cuando
éste sabe tu nombre auténtico) a Nathaniel
sólo le queda una opción: romper la promesa
que hizo dos años atrás e invocar de nuevo
a Bartimeo para que le ayude a resolver el
misterio. No obstante, en esta ocasión tal vez
ni los inagotables recursos de los que hace gala
el diablillo sean suficientes ante un enemigo
cuyo poder supera lo que tanto él como
su amo puedan llegar a imaginar.