En menos de un año y medio, las hermanas Lisbon, adolescentes entre trece y diecisiete años, se suicidaron.
Los jovencitos del barrio habían estado siempre fascinados por esas inalcanzables jóvenes en flor, y veinte años después, aquellos chicos ya en la frontera de la mediana edad, intentan desentrañar el enigma de aquellas lolitas muertas que siguen fascinándolos.

"Las hermanas Lisbon se sentían perezosas. En la ventana parecía que la luz del mundo se hubiera ensombrecido. Inútilmente se restregaron los ojos. Se sentían torpes y pesadas. Los objetos de la casa habían perdido significado. Un reloj de cabecera se convirtió en un trozo de plástico moldeado que indicaba algo llamado tiempo y que estaba en un mundo cuyo paso marcaba por alguna razón. Cuando pensábamos en las chicas en estas condiciones nos la imaginábamos como criaturas febriles que exhalaban un aliento pesado y que día tras día iban marchitándose en su aislado recinto".

De la base del recuerdo adolescente, un grupo de jóvenes narran y reconstruyen cómo fue su vida y su relación con cinco hermanas de una familia conservadora y religiosa que, por diferentes motivos, se suicidan. La trama superficial es esa, pero hay más atrás de eso: un análisis medio crítico de esa clase media norteamericana medio suburbana que parece solidaria con su comunidad, pero que evita entrar en materias más íntimas.

Pero hay otra trama, esa que habla de la pérdida de la inocencia, del retorno de los recuerdos adolescentes aunque vistos bajo un prisma diferente, menos romántico, descargado de la ilusión que generaron las hermanas Lisbon entre medio de estos jóvenes medio obsesivos con ellas. Hay angustia por creer que pudieron salvarlas y hay melancolía porque dejar morir los recuerdos y las cosas que guardaron de ellas y que van perdiendo color, brillo, consistencia, significa dejar morir su propia adolescencia. Eugenides sabe mezclar esas tramas y entrega, finalmente, un libro que no es fácil de leer entre medio de la resistencia de los narradores a perder una época de sus vidas. ( )

En menos de un año y medio, las cinco hermanas Lisbon, adolescentes entre trece y diecisiete años, se suicidaron. Los jovencitos del barrio habían estado siempre fascinados por esas inalcanzables jóvenes en flor, atraídos por esa casa de densa femineidad enclaustrada, y las primeras muertes no hicieron sino ahondar el misterio y el espesor del deseo.