De nuevo una historia muy dura, de asesinatos y crueldades, de mafias e impotencias, de la profunda conexión entre política y delincuencia (más allá de señalar concretamente a nadie). Pero también de la implicación personal del policía (llamado Fabio Monreale), de su historia, de cómo pudo ser delincuente como sus viejos amigos, asesinados nada más empezar la novela, pero acabó de poli en los suburbios de Marsella. En esta historia hay, por supuesto una trama policiaca, hay asesinatos y extorsiones, hay personajes clásicos (los polis buenos a pie de calle, los polis de las alturas, no demasiado malos al fin y al cabo, las putas, los pequeños bares, los trapicheos, los mafiosos, la buena gente que de vez en cuando aparece, los viejos amores, los refugios siempre amenazados), hay conexiones con la realidad (sobre todo con la ascensión del racismo y de la extrema derecha entre los más pobres de los pobres). Pero hay, sobre todo, una historia de seres humanos. No sólo el protagonista, sino muchos de los que pasan a su alrededor son de carne y hueso gracias al autor, se nos hacen cercanos y por eso sufrimos con ellos y también nos relajamos con ellos y nos ponemos nerviosos cuando ellos lo están. Leí la novela en apenas 24 horas, y no es por nada. Lo que no me ha gustado es el abuso de las frases demasiado cortas y cortantes, frecuentemente de una sola palabra. Es verdad que conforme avanza el libro (no la acción, porque los flashbacks son constantes, y muy bien encajados) la redacción se hace más convencional y por eso el lector se centra en lo importante: los personajes y la ciudad, y no en la pretensión cuasi-experimental de la redacción. Por lo demás, una novela magnífica. ( )