La novela y la poesía estadounidenses tienen el trauma de no sentirse superiores a sus paralelas europeas. Así pues, fuera de la grandeza épica del "Moby Dick" o el prístino canto a la juventud originado en Whitman, toda esa literatura es allí muy "best seller", de consumo, olvidable y al final prescindible.
Pero ojo, otra cosa muy diferente es el teatro. Acaso sea por su feroz competencia con el cine o por la influencia de éste desde una etapa muy temprana de su génesis, que la cantidad de dramaturgos y obras que le han surgido en el siglo XX no tienen competencia en Occidente si no retrocedemos hasta el barroco europeo. Eugene O'Neill es uno de los exponentes máximos de este florecimiento de la dramaturgia norteamericana, y esta obra ha sido llevada al cine ya, al menos que yo sepa, dos veces. ( )