No siempre tenemos a mano los ingredientes de la felicidad. Tita lo había aprendido desde pequeña, cuando crecía en la cocina con Nacha y se le negaba toda posibilidad de vida propia desde su nacimiento. Pero lo que también aprendió Tita es que los ingredientes no son lo más importante para cocinar un buen plato, sino todo el amor con que seas capaz de hacerlo. Pero Tita se dio cuenta de que sus platos no solo tenían el poder de deslumbrar por sus sabores y texturas. Su tristeza, su alegría, su deseo o su dolor a la hora de prepararlos se contagiaban irremediablemente a todo aquel que los probaba.

Me he leido esta novela en un par de sentadas y me lo he pasado en grande. No es que me haya reido (cuenta un montón de desgracias, la verdad), que no es eso, sino que me ha mantenido divertido, en el sentido clásico de la palabra. Todo se cuenta como con una pátina de suavidad, como con una sonrisa. Por supuesto, es el norte de México y las cosas son casi siempre desaforadas, especialmente el amor (o el sexo y casi siempre ambas cosas a la vez), la muerte (incluyendo los fantasmas, tan inevitables como naturales) y, aquí, también la comida. ¡Qué ganas de comer todas y cada una de las recetas que Esquivel va desgranando como motivo principal de los capítulos del libro! Es, pues, la historia de una familia compuesta por tres hermanas y su autoritaria madre. Un chico de la localidad se enamora de la hermana menor, pero resulta que la tradición familiar la destinaba a cuidar de su madre toda su vida, así que no puede casarse y, en su lugar, casa con la hermana mediana a pesar de la tremenda atracción que siente por la otra, y de la que es correspondido. Para colmo, la hermana mayor un buen día se larga sin más con un capitán revolucionario y acaba en un burdel. Y va pasando la vida y siguen pasando cosas, como digo muchas tremendas. Pero, para mí, lo mejor es la manera en que Esquivel lo cuenta todo, como si estuviese charlando contigo en la cocina, y consigue que uno se relaje (cuente lo que cuente) y disfrute de la plática y de las historias y, casi, casi, también de la comida. Vaya, que me está entrando hambre. ( )

Novela en doce entregas con recetas, amores y remedios caseros.

Las mujeres colemos escribir triste. En parte tuvo razón José Joaquin Blanco cuando dijo que rosario Castellanos era en su poesía una plañidera. Nos entume la nostalgia, nos engarrota el recuerdo, nos vence la cotidianidad que todo lo cubre con la grisura de su polvo. Jamás podría afirmarse que una de las características de la literatura de Anglina Muñiz, Elena Garro, Inés Arredondo, Julieta Campos es la alegría.

Tita y Pedro se aman. Pero ella tiene que permanecer soltera, cuidando a su madre hasta que ésta muera. Y Pedro, para estar cerca de Tita, se casa con la hermana de ella, Rosaura. Las recetas de cocina que Tita elabora puntean el paso de las estaciones de su vida, marcada por la presente ausencia de Pedro.