Dos son los temas de La democracia en América: las instituciones norteamericanas como expresión de las costumbres y, en general, el estilo de vida de los Estados Unidos y los principios en que se basa un Estado democrático. La parte inicial de la Democracia desarrolla el primer tema. En ella se describe el funcionamiento de los tres poderes de la Unión: la estructura de los tribunales y los fundamentos del poder judicial, los cuerpos legislativos y la organización del poder ejecutivo federal, introducidos por el análisis de la Constitución federal. Se examina el sistema bipartidista y la importancia de las asociaciones, el poder de la mayoría y sus efectos. Esa parte termina con una serie de capítulos dedicados a considerar la influencia de las costumbres y de la religión en el mantenimiento del sistema democrático: "Los clérigos norteamericanos no pretenden atraer hacia la vida futura, sino que abandonan voluntariamente una parte de su corazón a los cuidados de la presente, y se diría que consideran los bienes del mundo como objetos importantes, aunque secundarios. Si no se asocian a la industria, se interesan al menos en su progreso y lo aplauden, y mostrando constantemente a los fieles la fidelidad al otro mundo como el gran objetivo de sus temores y esperanzas, nunca les prohíben que busquen honradamente el bienestar en éste."

“La democracia en América” ha pasado de ser «el mejor libro nunca escrito sobre los Estados Unidos» a ser también «el mejor libro sobre la democracia». En esta edición crítica se reproducen notas, correspondencias, comentarios, variantes y fragmentos inéditos que ayudan a comprender mejor el pensamiento de Tocqueville y el complejo proceso de redacción del libro. ( )

La verdad es que no puede uno menos que reconocer que se trata de una grandísima obra. La primera parte, escrita poco después de la revolución de 1830, describe la estructura política de los Estados Unidos de aproximadamente una generación después de la independencia. La segunda parte, escrita justo antes de las revoluciones de 1848, utiliza el ejemplo norteamericano (para el autor, simplemente americano) para diseccionar concienzudamente lo fundamental de la democracia como sistema político, en especial en comparación con la aristocracia. De la primera parte quedan algunas claves para entender todavía a los norteamericanos de hoy. Ese país nació de una comunidad pequeña de iguales, relativamente cultos, aislados del resto del mundo y profundamente religiosos hasta el fundamentalismo. Se han construido desde abajo hasta arriba, desde las comunidades hasta la federación, y su centro irrenunciable de poder es la esfera local. Por eso, añado yo, al enfrentarse con el resto del mundo (al principio, en gran medida, de manera muy forzada) tienden a no solidarizarse con aquellos a quienes ayudan a modo de deber de cristiano, y a estar firmemente convencidos de su misión mesiánica.

La segunda parte sufre aún menos el paso del tiempo. Las reflexiones desapasionadas de Tocqueville sobre las ventajas e inconvenientes del gobierno de los iguales llevan al lector a hacerse preguntas similares. En un tiempo en que el papanatismo por la democracia formal ha llevado a envenenar la democracia real, conviene recordar que, para Tocqueville (uno de los constantemente citados por los progres al uso) la democracia probablemente sea el mejor de los sistemas políticos inventados hasta el momento, pero ni mucho menos es la panacea que soluciona todos los problemas, e incluso crea algunos que antes no existían. Me han interesado especialmente los amplios párrafos dedicados a la interacción entre religión y democracia (con un argumentario demoledor, demuestra que el catolicismo y la democracia no sólo pueden convivir, sino que están hechos el uno para el otro) y a la importancia vital de las costumbres para el mantenimiento del gobierno, por encima de las leyes y las instituciones.

Desgraciadamente, he tardado muchísimo en leer este libro, más de dos meses, aunque entre medias haya metido algún otro. Me han apabullado su volumen y su densidad. Más de un día sólo he conseguido leer algunos párrafos. Es un libro de digestión pesada, pero que, después de unas vacaciones, uno lo recuerda como una gran obra de reflexión. Si no fuese por su tamaño, lo haría de lectura obligada en esa patochada educativa que ahora llaman "educación para la ciudadanía". ( )