Henry Wilt, atado a un trabajo tonto y una esposa dominante, acaba de ser pasado por alto para un ascenso una vez más. Por delante de él, en la Politécnica, se extienden años de tratar de meter literatura en las cabezas de yeseros, carpinteros, carniceros y similares. Y las cosas no son mejores en el hogar donde su esposa, Eva, se entrega a ataques de entusiasmo ilimitado e impredecibles, por la meditación trascendental, el yoga o el trampolín. Pero si Wil no puede hacer nada con respecto a su trabajo, puede hacer algo con respecto a su esposa, al menos en la imaginación, y sus fantasías se vuelven cada días más asesinas y más concretas.

Wilt es el típico hombre inglés estancado en un oficio que no le aporta reconocimiento, el típico hombre agotado de su vida, el típico hombre casado con una mujer que ama y detesta... Esa mujer supone en este libro el punto de inflexión que genera un cúmulo de locuras y despropósitos en los que intervienen una muñeca hinchable, una pareja de americanos, la policía y un desgraciado incidente que le obliga a usar su intelecto para salir del lío en el que se ha metido por error.
Un libro con una historia llena de locuras que entretiene y aporta unas horas de lectura muy amenas. ( )

Una enorme farsa en la que tom sharpe no deja títere con cabeza ( )

Lo leí hace mucho tiempo y apenas lo recordaba. Ahora tengo que decir que me lo he pasado en grande. Wilt es un profesor de literatura en una escuela de formación profesional. Él se siente un fracasado y su entorno, desde su mujer a sus colegas, también. Pero un día, por circunstancias rocambolescas, a Wilt le detienen por el asesinato de su mujer, que no ha cometido. De hecho, la mujer está viva y coleando, perdida en alguna parte del país con una pareja de liberados sexuales inaguantables, ajena a todo el asunto. Y en la comisaría de policía, en medio de los interrogatorios, Wilt descubre que diez años aguantando a "Carne Uno" (a quienes, por cierto, está dedicada la novela) o "Yeseros Cuatro" le han dado una capacidad de resistencia interior asombrosa. Las escenas iniciales, con la vida de Wilt en la escuela, son muy divertidas, pero toda la parte central, con los interrogatorios policiales, tiene momentos de auténtica carcajada.

Lo que pasa es que yo al menos le he encontrado más trasfondo. Por supuesto, el valor de la cultura, incluso en entornos tan prosaicos como la FP o una comisaría de policía, pero también el valor de lo interior, aunque por fuera tu vida sea más bien mediocre. Quizá sean mensajes que hoy nos parecen un tanto manidos, pero no creo que estén pasados de moda. En realidad, este tipo de reflexiones, un tanto superficiales pero sinceras, creo que siguen siendo necesarias. Y si se envuelven en la risa, pues mucho mejor. ( )

bla ( )