La experiencia religiosa tiene la virtud salvífica de poner al devoto creyente en comunión con un cuerpo de ideas, sentimientos y acciones compartidos por un grupo de personas que comparten un común objeto de devoción. De esta forma, la religiosidad y, en un sentido más amplio, el conjunto de las vivencias espirituales brinda un acceso privilegiado a las dimensiones de lo extraordinario, lo misterioso, lo sobrenatural y lo trascendente. De esta forma, quienes viven con intensidad su espiritualidad tienen la capacidad y el privilegio de percibir un ordenamiento sagrado y superior tanto en su propia experiencia de vida como en el mundo que los rodea. Ciertamente, en una época marcada por el materialismo más burdo y brutal, por el deseo más abyecto y desenfrenado, así como por el vano culto de la futilidad y la adoración de lo efímero no es fácil vivir la espiritualidad. Este libro muestra cómo lograrlo.