El comisario Maigret vuelve a la ciudad en la que nació y en la que pasó su infancia. En su melancólico peregrinar por las calles, en el humilde cementerio donde yace su padre y en la tozuda mirada del monaguillo se reconoce. Pero nada es como antes. El hermoso castillo de los Saint-Fiacre está hipotecado. Y tropieza con la decadencia de los dueños, a la hora de investigar el asesinato de la condesa cometido en la primera misa del Día de Difuntos.

Un anónimo avisa de un futuro asesinato precisamente en el pueblo donde nació Maigret, así que allí se va el detective y observa cómo justo cuando se indicaba, la condesa del lugar muere sin que nadie la toque y a la vista de todo el mundo, aparentemente por un ataque al corazón. Sus averiguaciones le llevarán a descubrir una trama de intereses unidos por el despojo a lo que queda de los antiguos nobles provincianos. No es para entusiasmarse, pero se deja leer. ( )