Tengo la sensación que este libro ha envejecido mal. Hoy, este constante mirarse el ombligo de la protagonista nos resulta un poco pesado. Dan ganas de gritarle que deje el hachís y haga las paces con su hija de una vez, y así se le curan sus males físicos y mentales. Pero supongo que Millás, muy preocupado siempre por encontrarle un sentido inmanente a la vida (y nunca se lo encuentra, claro) se pregunta: "Si todo me va bien, ¿por qué me encuentro mal?" El hermano de la protagonista le espeta en una escena que lo único que le pasa es que no tiene preocupaciones reales. Esto es injusto con ella, cuyas tribulaciones son reales y no ha podido o sabido evitar estar donde estar, pero entiendo lo que quiere decir. En fin, que no me ha gustado mucho esta historia de una mujer cada vez más aislada en su vida de burguesa que una vez jugó a ser progre.

Algo más interesante son algunos recursos que el autor utiliza, como el paso de una primera parte narrada en tercera persona a una segunda en la que pasa a la primera persona a través de un diario que empieza la protagonista donde, a su vez, copia párrafos del diario de su madre, recién muerta. También el curioso recurso a contratar a un detective para que la siga a ella misma, como si fuese otra persona. No le he acabado de ver el sentido profundo a esto, si es que lo tiene, pero en todo caso resulta divertido dentro de una novela, en general, bastante gris. ( )

Narra la historia de una mujer en crisis. Relata la pérdida de identidad propia de la protagonista, al tener ésta como único punto de referencia la soledad. En la obra va desapareciendo la figura del narrador en la medida en que la mujer toma conciencia de su propia existencia.

En la página 162 hay una gran frase: "La realización de cuestiones de orden práctico puede justificar toda una vida, así de odiosas son" ( )