Entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que "gime y sufre dolores de parto". Así escribe el papa Francisco en esta encíclica "Alabado seas mi señor", a fin de que los cristianos y todos los hombres de buena voluntad podamos "tomar dolorosa conciencia, atrevernos a convertir en sufrimiento personal lo que le pasa al mundo, y así reconocer cuál es la contribución que cada uno puede aportar.

Bueno, el que no se entera es porque no quiere, porque este Papa habla muy claro. Por supuesto, asume que cuidar la Tierra es una cuestión de supervivencia, pero añade, desde el cristianismo, que es también el cuidado de lo que Dios nos ha dado para administrar, el cuidado de algo que no es nuestro. Pero insiste mucho en que el cuidado de la Naturaleza no es solo el de las plantas y animales (que también, desde luego), sino el cuidado de los seres humanos. Preocuparse por lo primero y olvidarse de lo segundo es una insensatez. Para Francisco, el animalismo anti-humano es casi criminal, porque no va a la raíz del problema, que es la ordenada relación en la Naturaleza. El ser humano tiene en ella una posición especial, privilegiada (aunque se guarda mucho de utilizar esta palabra), que le da ciertas ventajas pero, sobre todo, le da responsabilidad. Somos nosotros los que estamos jodiendo la Creación de Dios, y, al hacerlo, además de ofenderle a Él (que, si uno no es creyente, no tiene por qué compartirlo), estamos atacando a los demás seres humanos y a nosotros mismos. Esta es la idea, muy claramente expresada. Como dice la Biblia: "el que tenga oídos para oir, que oiga". ( )

El Papa Francisco acaba de publicar la primera encíclica sobre ecología, seis meses antes de que se produzca la Cumbre de la ONU en París sobre el Cambio Climático. En la encíclica, que lleva como título la expresión italiana Laudato si en castellano, Alabado seas, el Papa muestra su preocupación por aquellas cuestiones que tienen que ver con el cuidado de nuestro planeta: el cambio climático y el calentamiento global; la contaminación producida por los residuos no biodegradables, tóxicos y radioactivos; las energías renovables; la corrupción en el mercado internacional del petróleo o el consumo personal de las energías, entre otras.