El hermano de Manuel Machado es uno de esos autores que, o tiene admiradores verdaderamente justificados, o tiene incondicionales que no hay por donde cogerlos, pero cuidado con discrepar porque tendrás que enfrentarte a los segundos, que son muy intransigentes en eso aunque se digan tolerantes. Es curioso. Un servidor recuerda como si fuera hoy que, al día siguiente de publicarse la edición de Oreste Macrì, un famoso político entonces muy en el candelero porque se decía "intelectual" del partido que entonces tenía la exclusiva de dar carnets de "intelectual" comentó en una entrevista mediática que había estado hojeando por la noche estos dos voluminosos volúmenes (valga la redundancia) y que, "salvo algunos pequeños fallos", estaba todo en orden. Ya manda narices que un político hubiera ido a enmendarle la plana al doctor Oreste Macrí, un erudito que llevaba años preparando esta edición, pero es que algunos políticos "intelectuales" saben más que el Lepe. Ay, si Macrí hubiera contado en su equipo de trabajo con aquel político, otro gallo nos cantaría. Y eso que ésta es, por ahora, la edición definitiva de Machado. ( )

Librería 7. Estante 1.

La primera vez que leí a Machado se me hizo un poco cuesta arriba su falta de retórica, sus formas descuidadas, aunque clásicas, sus muletillas. Tampoco he entendido nunca bién qué demonios hay detrás de sus poemas, y muchas veces he sospechado que no había nada. Esta nueva lectura no me ha convertido en un machadiano convencido, pero creo que he llegado a entenderle mejor. Su facilidad es sólo aparente, y no porque utilice metáforas arriesgadas o símbolos difíciles, como en Lorca, sino justo por todo lo contrario. Dice claramente lo que quiere decir, pero lo que está detrás es un trasfondo, una idea no demasiado definida, un sentimiento. Machado trata de transmitir eso, más que conceptos. Y lo cierto es que lo consigue, sobre todo en sus dos grandes obras, que son también las más tempranas: "Soledades" (con sus añadidos) y "Campos de Castilla". Encontramos desapego, tristeza, melancolía, nostalgia, el placer de recordar, el gusto por la soledad, la meditación sobre el paso del tiempo... Curiosamente, Machado mejora su arsenal de recursos literarios cuando, en los poemas más tardíos, desciende la presencia de esos trasfondos, y con ellos la calidad global de los poemas. La edición, de Manuel Alvar, muy cuidada, y con una introducción excelente, aunque algo larga. ( )