Enrique Vila-Matas
Autor de Bartleby y compañía
Sobre El Autor
Créditos de la imagen: © Elena Blanco
Obras de Enrique Vila-Matas
Thomas Mann & Theodor W. Adorno: An Exchange: 100 Notes, 100 Thoughts: Documenta Series 050 (100 Notes - 100 Thoughts /… (2012) — Prólogo — 5 copias
NARRATIVA COMPLETA - TOMO 3 3 copias
SUICÍDIOS EXEMPLARES 1 copia
Helerio Herrera 1 copia
Anatomia del desastre 2002 1 copia
Vila-Matas Enrique 1 copia
Obras relacionadas
A Thousand Forests in One Acorn: An Anthology of Spanish-Language Fiction (2014) — Contribuidor — 42 copias
The Origins of Desire: Modern Spanish Short Stories (Modern European Short Stories) (1993) — Contribuidor — 14 copias
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Conocimiento común
- Nombre canónico
- Vila-Matas, Enrique
- Fecha de nacimiento
- 1948-03-31
- Género
- male
- Nacionalidad
- Spain
- País (para mapa)
- Spain
- Lugar de nacimiento
- Barcelona
- Lugares de residencia
- Barcelona, España
- Biografía breve
- Nació en Barcelona en 1948. De su obra narrativa destacan Historia abreviada de la literatura portátil, Suicidios ejemplares, Hijos sin hijos, Bartleby y compañía, El mal de Montano (Seix Barral, 2012), Doctor Pasavento, Exploradores del abismo, Dietario voluble, Dublinesca (Seix Barral, 2010), Chet Baker piensa en su arte y Aire de Dylan (Seix Barral, 2012). Entre sus libros de ensayos literarios encontramos Para acabar con los números redondos, Desde la ciudad nerviosa, Aunque no entendamos nada, El viento ligero en Parma, Perder teorías (Seix Barral, 2010) y El viajero más lento. El arte de no terminar nada (Seix Barral, 2011). Traducido a 32 idiomas, ha obtenido un amplio reconocimiento internacional y ha recibido, entre otros, el Premio Nacional de la Crítica, el de la Real Academia Española, el Ciutat de Barcelona, el Herralde de Novela, el Fundación Lara, el Leteo, el Argital, el del Círculo de Críticos de Chile, el Meilleur Livre Étranger, el Fernando Aguirre-Libralire, el Médicis- Roman Étranger, el Jean Carrière, el Ennio Flaiano, el Elsa Morante, el Mondello, el Bottari Lattes Grinzaine y el Gregor von Rezzori. Es chevalier de la Legión de Honor francesa, pertenece a la Orden de Caballeros del Finnegans, y es rector (desconocido) de la Universidad Desconocida de Nueva York (McNally Jackson).
www.enriquevilamatas.com
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Vila-Matas recurre a un gris oficinista obsesionado con la temática del No para explorar la imposiblidad de la escritura, aunque la sola recuperación de ideas al respecto las resignifica en un nuevo tiempo y contexto.
“Es maravilloso el no porque es un centro vacío, pero siempre fructífero” (Herman Melville).
Enrique Vila-Matas, que ya había mostrado su capacidad para abordar de manera totalmente distinta cada una de sus historias literarias, hace gala de esa virtud camaleónica en Bartleby y compañía para examinar, desbaratar, poner en entredicho la esencia misma de la actividad literaria. Nos ofrece una obra de metaliteratura, en el sentido de hacer literatura acerca de la literatura, donde las dificultades del proceso creativo se convierten en la trama, a la que concurre un regimiento de escritores con opiniones tan encontradas que la obra oscila entre un relato coral y un encendido debate académico.
Así, encontramos autores que han reconocido no tener nada más que decir, otros que han reclamado más (y cada vez más) tiempo para pensar en lo que escribirán, otros más que han decidido disponer de más tiempo pero para vivir. Vila-Matas refiere también casos de escritores que al renunciar a la pluma perdieron sus asideros vitales, de manera que esa decisión los arrojó en un espiral descendente hacia el ostracismo, la demencia e incluso al suicidio.
“Hay algunos hombres misteriosos que no pueden ser sino grandes. ¿Por qué lo son? Ni ellos mismos lo saben […] Tienen en las pupilas una visión terrible que nunca los abandona. Han visto el océano como Homero, el Cáucaso como Esquilo, Roma como Juvenal, el infierno como Dante, el paraíso como Milton, al hombre como Shakespeare. Ebrios de ensoñación e intuición en su avance casi inconsciente sobre las aguas del abismo, han atravesado el rayo extraño de lo ideal, y éste les ha penetrado para siempre. Un pálido sudario de luz les cubre el rostro. El alma les sale por los poros” (Víctor Hugo).
En el abigarrado espectro de autores creado por Vila-Matas, por momentos laberíntico, el flujo de ideas y argumentaciones es deslumbrante, sonoro, como un magnífico, extraño, destellante compendio.
“Escribir también es no hablar. Es callarse. Es aullar sin ruido” (Marguerite Duras).
“La función poética, ese vehemente y solitario ejercicio de combinar palabras que alarmen de aventura a quienes las oigan” (Jorge Luis Borges).
“He intentado inventar nuevas flores, nuevos astros, nuevas carnes, nuevas lenguas. Creí adquirir poderes sobrenaturales. ¡Y ya veis! ¡Debo enterrar mi imaginación y mis recuerdos! Una hermosa gloria de artista y de narrador arrebatada” (Arthur Rimbaud).
“Nunca duermo. Vivo y sueño o, mejor dicho, sueño en vida y sueño al dormir, que también es vida” (Fernando Pessoa).
“Si hacia 1795 hubiese comentado a alguien mi proyecto de escribir, cualquier hombre sensato me habría dicho que escribiera dos horas todos los días, con o sin inspiración. Estas palabras me hubiesen permitido aprovechar los diez años de mi vida que malgasté totalmente aguardando la inspiración” (Henri Bayle, mejor conocido como Stendhal)
“Pero, ¿cómo buscar allí donde se debe, cuando se ignora hasta lo que se busca? Y esto ocurre siempre cuando se compone y se crea. Afortunadamente, extraviándose así, se hace más de un descubrimiento, se hacen encuentros felices” (Joseph Joubert).
En tal compendio de lucidez no podía quedar fuera la ironía:
“Escribir es intentar saber qué escribiríamos si escribiéramos” (Marguerite Duras) [cita que Vila-Matas confesó posteriormente haber inventado].
“Estoy solo, pero no me quejo. El escritor no tiene nada que esperar de los demás. Créanme. ¡Sólo escribe para él! (Julien Gracq).
“El empleo elemental del discurso sirve al reportaje universal del que participan todos los géneros contemporáneos de escritura, excepto la literatura” (Stéphane Mallarmé).
“…porque la mayoría de las personas, en lugar de leer lo mejor que se ha producido en las diferentes épocas, se reduce a leer las últimas novedades, los escritores se reducen al círculo estrecho de las ideas en circulación, y el público se hunde cada vez más profundamente en su propio fango” (Arthur Schopenhauer).
“El público tiene una curiosidad insaciable por conocerlo todo, excepto lo que merece la pena” (Oscar Wilde).
“No he escrito nunca con ánimo de publicar. Lo hice para los amigos, para reírnos, por pitorreo” (Pepín Bello).
“Hace poco un amigo me decía que hoy en día para ser escritor hace falta más fuerza física que imaginación” (Bernardo Atxaga).
“No era Monsieur Teste filósofo ni nada por el estilo. Ni siquiera era literato. Y, gracias a eso, pensaba mucho. Cuanto más se escribe, menos se piensa” (Paul Valéry).
Las reflexiones del propio Enrique Vila-Matas en voz de su personaje no son menos profundas, agudas, inquietantes:
“Yo diría que para Del Giudice escribir es una actividad de alto riesgo […] que la obra escrita está fundada sobre la nada y que un texto, si quiere tener validez, debe abrir nuevos caminos y tratar de decir lo que aún no se ha dicho”.
Su personaje (Marcelo) se vuelca hacia la literatura, se enajena en ella (acaso un alter ego de Vila-Matas):
“La radical soledad de estos últimos días me está convirtiendo en un ser distinto. De todos modos, vivo a gusto mi anomalía, mi desviación, mi monstruosidad del individuo aislado. Encuentro cierto placer en ser arisco, en estafar a la vida, en jugar a adoptar posturas de radical héroe negativo”.
“No me gusta recrearme en las contrariedades, siempre trato de sacarles algún provecho a los contratiempos”.
“Ya que se han perdido todas las ilusiones de una totalidad representable, hay que reinventar nuestros propios modos de representación”.
Los afanes del personaje son los mismos anhelos universales de todo escritor:
“…una fuerza de expresión que dejaría muy atrás cualquier expresión terrena, que atrás dejaría también un lenguaje que debería estar más allá de la maleza de las voces y de todo idioma terreno, un lenguaje que sería más que música, un lenguaje que permitiría al ojo recibir la unidad cognitiva” (Virgilio, según Vila-Matas).
Tanto los aficionados como los amantes de la literatura disfrutarán Bartleby y compañía. Los escritores en ciernes encontrarán en esta obra una fuente de inspiración, reflexión, conocimiento y una que otra cubetada de agua helada. Es una obra rica en estímulos que “alarman de aventura” al lector.
Gerardo Moncada - Otros ángulos… (más)