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Joseph E. Stiglitz

Autor de El malestar en la globalización

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Sobre El Autor

Joseph Stiglitz is professor of economics at Columbia University. Influential economist and Columbia University professor Joseph Eugene Stiglitz was born in Gary, Indiana on February 9, 1943. He received his undergraduate degree from Amherst College and his Ph.D. from MIT in 1967. He was awarded mostrar más the John Bates Clark Medal in 1979 and the Nobel Memorial Prize in Economic Sciences in 2001. Stiglitz has taught at Yale University, Stanford University, Duke University, Oxford University, and Princeton University. In 2000, he founded the Initiative for Policy Dialogue. Stiglitz worked for the Clinton Administration beginning in 1993 and was the Chairman of the Council of Economic Advisers from 1995 to 1997. For the next three years he served as the World Bank's Senior Vice President and Chief Economist. Stiglitz chaired the Commission of Experts on Reforms of the International Monetary and Financial System in 2009. He has written several hundred articles and many books, including Making Globalization Work and Freefall: America, Free Markets, and the Sinking of the World Economy. His title The Price of Inequality made The New York Times Best Seller List for 2012. (Bowker Author Biography) mostrar menos

Series

Obras de Joseph E. Stiglitz

El precio de la desigualdad (2012) 1,136 copias
COMERCIO JUSTO PARA TODOS (2006) 209 copias
Economía (1993) 68 copias
Principles of Economics (2013) 5 copias
UN'ECONOMIA PER L'UOMO (2016) 2 copias
Microeconomía (2014) 2 copias

Obras relacionadas

The Best American Political Writing 2008 (2008) — Contribuidor — 37 copias
The Best American Political Writing 2009 (2009) — Contribuidor — 26 copias
La Crisis Economica Mundial (Spanish Edition) (2009) — Contribuidor — 4 copias

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Reseñas

Cogiendo el testigo de su anterior libro, El precio de la desigualdad, Joseph Stiglitz sigue profundizando en la desigualdad y sus efectos perniciosos sobre la sociedad.
Para empezar, desmiente los mitos que defiende la derecha acerca de que la economía prospera cuando aumenta la desigualdad y cuando a los ricos les va bien:
En los años anteriores a la crisis, el sector [financiero] absorbió una porción cada vez mayor de la economía —el 8 por ciento del PIB, el 40 por ciento de los beneficios empresariales—, sin grandes resultados a cambio.
[…] Entre marzo de 2006 y marzo de 2007, las bancarrotas personales aumentaron más de un 60 por ciento.
[…] El 1 por ciento más rico de los estadounidenses se queda casi con la cuarta parte de los ingresos del país cada año. Si hablamos de patrimonio, en vez de ingresos, ese 1 por ciento controla el 40 por ciento. Su vida ha mejorado de forma considerable. Hace 25 años, las cifras eran el 12 por ciento y el 33 por ciento, respectivamente. […] Mientras los ingresos del 1 por ciento han subido un 18 por ciento en el último decenio, los de la clase media han disminuido. En el caso de los hombres que sólo tienen el bachillerato, la caída ha sido brutal: un 12 por ciento en los últimos 25 años. Todo el crecimiento de las últimas décadas —y más— ha beneficiado a los de arriba. [...] Los países que más se parecen a nosotros son Rusia, con sus oligarcas, e Irán.
Esa desigualdad creciente no es el resultado de un proceso natural sino de decisiones políticas que defienden a los más ricos en detrimento del resto de la sociedad. Esto es así porque la riqueza que se puede producir es limitada, así que cuanto más tienen los ricos, menos tienen los demás. Además, cuanto menos recauda el Estado tras aplicar rebajas de impuestos a los más ricos, menos puede invertir en sanidad, educación y ayudas a los más pobres:
Los 400 contribuyentes más ricos, con unos ingresos medios de más de 200 millones de dólares, pagan menos del 20 por ciento de su renta en impuestos, mucho menos que los que son simplemente millonarios, que pagan alrededor del 25 por ciento, y más o menos lo mismo que los que sólo ganan entre 200.000 y 500.000 dólares. En 2009, 116 de los 400 más ricos —casi la tercera parte— pagaron menos del 15 por ciento de su renta en impuestos.
[…] El año pasado, el 1 por ciento más rico de los estadounidenses se embolsó el 22 por ciento de los ingresos del país; el 0,1 por ciento más rico, el 11 por ciento. El 95 por ciento de todos los ingresos desde 2009 ha ido a parar al 1 por ciento. Las cifras del censo hechas públicas recientemente muestran que la renta media en Estados Unidos es la misma desde hace casi veinticinco años. El varón estadounidense medio gana menos de lo que ganaba hace 45 años (después del ajuste por inflación); los varones que tienen el bachillerato pero no un título universitario superior ganan casi un 40 por ciento menos que hace cuarenta años.
Hablamos de desigualdad de oportunidades, que se ve, principalmente, en la escasa movilidad social existente en las sociedades desiguales, lo cuál dificulta a los pobres salir de la pobreza. Teniendo en cuenta que esto afecta, sobre todo, a los menores de edad (que no tienen la culpa de las dificultades del entorno en el que han nacido), las insinuaciones de la derecha acerca de que la pobreza es consecuencia de la vagancia y las malas decisiones son excusas frívolas y para nada ciertas, porque los niños no pueden escoger a sus padres:
Estados Unidos, con el mayor nivel de desigualdad de rentas entre los países avanzados, es hoy uno de los que tiene menos igualdad de oportunidades. Las perspectivas de vida de un joven estadounidense dependen más de las rentas y la educación de sus padres que las de los jóvenes en otros países avanzados.
[…] Según los estudios de la Brookings Institution, sólo el 58 por ciento de los estadounidenses nacidos en el 20 por ciento inferior de la escala de rentas consiguen salir de esa categoría, y sólo el 6 por ciento llega hasta la cima. La movilidad económica es menor en Estados Unidos que en la mayor parte de Europa y en toda Escandinavia.
[…] Alrededor del 14,5 por ciento de la población estadounidense es pobre, pero el 19,9 por ciento de los niños —aproximadamente 15 millones de personas— vive en la pobreza. Entre los países desarrollados, sólo Rumanía tiene una tasa superior de pobreza infantil. Las cifras de Estados Unidos son un 66 por ciento superiores a las del Reino Unido y hasta cuatro veces mayores que en los países nórdicos. En el caso de algunos grupos, la situación es mucho peor: más del 38 por ciento de los niños negros y el 30 por ciento de los niños hispanos son pobres.
Pero todo esto se aplica también al resto del mundo (si bien en Estados Unidos la situación es peor que la de gran parte de Occidente):
De acuerdo con Milanovic, entre 1988 y 2008, los miembros del 1 por ciento más rico del mundo incrementaron sus rentas en un 60 por ciento, mientras que los que componen el 5 por ciento más pobre no mejoraron nada. Y a pesar de que las rentas medias han aumentado enormemente en las últimas décadas, todavía existen grandes desequilibrios: el 8 por ciento de la humanidad obtiene el 50 por ciento de las rentas mundiales; el 1 por ciento más rico obtiene el 15 por ciento.
La desigualdad también está correlacionada con una mayor probabilidad de conflictos violentos:
Para un país típico con valores promedio en todas las variables que dan cuenta de la violencia, la probabilidad de conflictos civiles en un año dado es del 2,3 por ciento. Si el nivel de desigualdad de activos horizontal entre grupos étnicos aumenta hasta el percentil 95 (y las demás variables se mantienen en sus valores promedio), la probabilidad de conflictos aumenta hasta el 6,1 por ciento: más del doble. Una comparación similar centrada en las diferencias de ingresos entre grupos religiosos muestra un incremento desde el 2,9 por ciento al 7,2 por ciento: de nuevo, de más del doble. Otro estudio que empleaba métodos similares señala que las disparidades regionales de riqueza guardan correlación con un riesgo especialmente elevado de estallido de conflictos en el África subsahariana.
Se ha llegado a una situación tan exagerada, que hay autores que hablan ya de “desigualdad categórica”, es decir, que la desigualdad económica provoca una desigualdad a todos los niveles (esperanza de vida, salud, oportunidades, acceso a la cultura, etc.). Algunos académicos, como Gonzalo Pontón, advierten que la desigualdad está llegando en algunos países a los niveles del siglo XVIII y, como explica Pikkety, si continuamos así seguirá aumentando, ya que el ritmo de acaparamiento de riqueza por parte de las grandes fortunas es mayor que el del crecimiento de la economía. Incluso instituciones bastante conservadoras en sus postulados como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional han reconocido que la desigualdad es un problema mundial.
Por todo ello, este libro resulta fundamental, ya que nos ayuda a entender el panorama económico mundial y nos permite ser capaces de afrontarlo con rigor para reducir lo máximo posible las injusticias sociales derivadas del aumento de la desigualdad.
… (más)
 
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serendipidad | 6 reseñas más. | Nov 9, 2021 |
La desigualdad es evitable, no es consecuencia de leyes inexorables de la economía. Es cuestión de políticas y estrategias.
 
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varbes | 6 reseñas más. | May 4, 2021 |
En esta obra sostiene que la globalización puede ser una fuerza benéfica que enriquezca a todos, especialmente a los mas necesitados, pero siempre y cuando nos replanteemos el modo en que ha sido gestionada. El proceso orientado por el FMI y las organizaciones internacionales ha causado un sufrimiento excesivo a los países en desarrollo.
 
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HavanaIRC | 18 reseñas más. | Aug 1, 2016 |
La desigualdad es evitable, no es consecuencia de leyes inexorables de la economía. Es cuestión de políticas y estrategias. Una gran brecha separa a los muy ricos de los demás, y esa desigualdad, hoy en el centro del debate económico, se ha convertido en una preocupación cada vez más acuciante incluso para ese famoso 1 por ciento privilegiado, que empieza a ser consciente de la imposibilidad de lograr un crecimiento económico sostenido si los ingresos de la inmensa mayoría están estancados. La desigualdad es la mayor amenaza para la prosperidad. En una época definida por el cansancio de la política y la incertidumbre económica, Joseph Stiglitz se ha convertido en una voz necesaria. En este libro, defiende y demuestra que no es necesario elegir entre crecimiento y equidad: una economía sana y una democracia más justa están a nuestro alcance, siempre y cuando dejemos a un lado los intereses erróneos y abandonemos lo antes posible unas políticas que ya han demostrado ser fallidas.… (más)
 
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bibliest | 6 reseñas más. | Feb 22, 2016 |

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