Norman MacLean (1902–1990)

El primer relato, que da nombre al libro y es el más largo, va sobre la pesca con mosca y sobre la familia del autor, en particular su hermano, fantástico pescador y pésimo bebedor; un verano, ambos se ven obligados, por presiones de las mujeres de la casa, a llevar de pesca al cuñado del autor, nacido en Montana pero urbanita de manual. El segundo relato, mucho más corto, nos cuenta las aventuras del autor trabajando para una compañía maderera, fijándose en su compañero de tala, proxeneta en el pueblo cercano durante el invierno. Y, por último, las andanzas del autor con 17 años en un retén forestal en el verano de 1919; igual que antes, hay un tiempo en el monte y luego un tiempo en el pueblo, donde montan una buena en la casa de juego.

Todas las historias se sitúan en las inmensidades prácticamente vírgenes de Idaho y Montana y en la juventud del autor, en las dos primeras décadas del siglo XX. Dice él mismo que solía contar estas historias a sus hijos cuando eran pequeños (vivían todos en Chicago, donde Maclean fue profesor muchos años) y que, al jubilarse, fueron sus hijos los que le animaron a escribirlas. Supongo que conectó con el corazón de muchos norteamericanos, todos urbanos a más no poder pero añorantes de un mítico pasado como colonos en la soledad de la naturaleza y presumiendo de duros. Es lo que tienen los mitos, que no son verdad pero molan.

Por lo demás, el libro resulta difícil de leer para un europeo que, a pesar de otras novelas, películas y demás, no acaba de entender muchas veces el sentido del humor o la forma de expresarse de los leñadores o tramperos del Medio Oeste. Pero, a pesar de eso, acaba por tocarle a uno también el corazón, con esa gente bruta y arisca pero bienintencionada y el amor que el autor transmite por su tierra. Vista con sus ojos, debía ser una maravillosa zona del planeta.… (más)