Philippe Delerm

El primer trago de cerveza es la narración breve, exquisita, de esas situaciones, comunes a todos, que, en los tiempos ajetreados en que vivimos, se deslizan sin que les prestemos atención y que, en cambio, encierran el germen del buen vivir. A Philippe Delerm, al parecer, no se le escapa una sola oportunidad de aprovechar esos momentos, y al hacerlo, incita al lector a reconocer en sí mismo cuáles son sus propios instantes de gozo. Si, por ejemplo, en una luminosa y fría mañana de invierno, a alguien le llena de placer salir a comprar croissants recién hechos, es muy probable que otros descubran que, en cambio, con lo que más disfrutan es con «el indecente placer de saborear un banana-split». ¡Tantos instantes, tantas pequeñas historias, tantos minúsculos placeres, al alcance de todos y que, sin embargo, nos parecen tan ajenos!… (más)

Se trata de pequeños ensayitos sobre lo que dice el título: las cosas más o menos insignificantes que, en realidad, suponen grandes placeres cotidianos. Desde el mentado primer sorbo de cerveza hasta conducir por una autopista de noche, montar en bicicleta, ver el Tour de Francia, invitar (o ser invitado) a cenar de forma imprevista, comerse el croissant mañanero en la calle, desayunar mientras se lee el periódico… Con casi todos los asertos no puede uno menos que estar completamente de acuerdo. Algunos me han sorprendido, como el placer de dejarse llevar por una cinta mecánica en una estación de Metro, o el de leer una novela de Ágatha Christie. Otros ya los tenía claros desde antes, como el de conducir de noche o el del primer jersey del otoño. Pero, la verdad es que a uno le entran ganas no tanto de fijarse especialmente en aquellos placeres concretos que Delerm ha señalado, sino en buscar otros, que fácilmente se encuentran: caminar por la playa en marea baja, mirar por el balcón, dormir la siesta, escuchar música…… (más)

Pues érase un señor de pueblo que se viene a París y ya no quiere vivir en ninguna otra parte. Y no le pasa nada. Un par de fugaces, discretas y anodinas historias de amor que no llevan a ningún lado. Un trabajo oscuro y poco gratificante. Algún viajecillo al norte. La vida cotidiana de un soltero. Se supone que el autor, del que ya leí "El primer trago de cerveza" hace un canto de los pequeños placeres de la vida sencilla, pero, caramba, es que no pasa nada de nada. Menos mal que el libro es corto, y los capítulos también; si no, sería un plomazo. Para que no pase nada, no me compro una novela y, si quiero pensar, ya leeré a algún filósofo clásico.… (más)