Shūsaku Endō (1923–1996)

Antes de empezar a leer este libro tenía yo algunos condicionantes. El primero, saber que el autor es católico, lo que para un japonés es bastante exótico. El segundo, mi casi total ignorancia sobre la historia del Japón en general y sobre este tema en particular. Por eso, en un primer momento, el libro me ha servido bien para enterarme de cosas que no sabía, desde las rutas de entrada de los misioneros a los vaivenes de la política religiosa por allá. Pero luego se acaban planteando más cosas de las que pudiera parecer. Así, la principal pregunta que se plantea, y no se resuelve, es: ¿es posible un cristianismo desligado de una cultura determinada, de la cultura occidental? Teóricamente sí, incluso es lo que proclama, pero en la práctica a los evangelizadores le quedan dos opciones: o encastillarse en los usos occidentales, con lo que jamás se llegará al alma de los nativos, o ceder al sincretismo, con lo que acaba uno no reconociendo su propia religión. No sé si es posible un equilibrio entre ambas opciones pero, si lo hay, es muy inestable. Y se plantean más cosas: ¿por qué demonios tenemos nosotros que ir a complicarles la vida, incluso a hacerles matar, a personas que viven pacíficamente su propia religión? ¿Es eso de verdad lo que Dios (el Dios cristiano) quiere que hagamos? ¿Es nuestro sistema de vida, religión incluida, mejor que el de los demás? Todo eso se lo va planteando el protagonista de la obra, y también el lector que le sigue. Esta, pues, es una novela que suscita muchas preguntas y, por tanto, inquieta al lector, o por lo menos me ha inquietado a mí. Eso es bueno, pero también es bueno saberlo.… (más)