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El comisario Brunetti investiga el extraño caso de Manuela, una joven treintañera que, años atrás, a los quince años, estuvo a punto de morir ahogada. Su abuela, la condesa Demetriana Lando-Continui, desconfía de la versión policial, según la cual la joven se arrojó a las aguas de Venecia.El punto de partida para la investigación de Brunetti es Pietro Cavanis, el único testigo, un borracho desmemoriado. La joven quedó seriamente perjudicada, atrapada en una eterna juventud por una lesión cerebral irreversible. El comisario buscará al verdadero culpable entre los archivos y rincones de una Venecia masifi cada por el turismo, recelosa de la nueva inmigración y sin expectativas para los jóvenes. Pero a veces basta con sacudir la historia para que resplandezca la verdad.La ignorancia de la ley es la peor condena.«Una de las grandes escritoras de crimen y misterio», The Times.«Donna Leon deja al lector sin aliento con un increíble suspense», The Observer.… (más)
Siguiendo los pasos de Vázquez Montalbán y de la mano de Guido Brunetti, ese comisario «bon vivant» y cultivado que la ha acompañado durante más de dos décadas, Donna Leon (Nueva Jersey, 1942) recogió ayer un Premio Carvalho que, más allá de reconocer su aportación a la novela negra mediterránea, celebra la existencia de un personaje capaz de patrullar los canales de Venecia sin perder un ápice de humanidad. «Es un hombre felizmente casado, tiene dos hijos civilizados, es un gran lector y un profundo pensador», sostiene una autora que, fiel a su ritmo de un libro por año, acaba de publicar «Las aguas de la eterna juventud» (Seix Barral).
A Brunetti, igual que a Leon, le enfurece cada vez más que la ciudad se haya convertido en un parque temático, una suerte de «Chernobil fantasma» con edificios y turistas, pero para su creadora, el comisario veneciano es, pese a ese enfado en fase creciente, un hombre bueno. Tanto como para pasar con él un cuarto de siglo sin cansarse. «No quiero hablar mal de los muertos pero, ¿te imaginas pasar 25 años con Wallander? Los libros son maravillosos, sí, pero el personaje no es simpático, y eso les pasa a casi todos los autores nórdicos», apunta la autora en referencia al célebre inspector creado por Henning Mankell y, por extensión, a toda novela negra con más sangre que tinta. «No entiendo ese afecto extraño que muchos autores y lectores tienen hacia la violencia física. Lo encuentro muy extraño», añade.
La autora de «Muerte en la Fenice» prefiere seguir transitando por esa novela negra que funde a blanco entre «palazos», canales sobrepoblados y tramas más o menos amables como la de «Las aguas de la eterna juventud», en la que Brunetti debe resolver el caso de una joven que vive atrapada en una adolescencia perpetua tras ser arrojada a las aguas venecianas.
Un nuevo caso para perfilar los contornos de un Brunetti que, igual que Leon, quien se trasladó a vivir a Venecia en 1981, tiene algo de cuerpo extraño navegando a la deriva en ese entorno aristocrático que descubrió de la mano de su mujer, Paola. «En realidad es un poco extranjero en ese mundo. Es un poco como Obama: por mucho que suba, la gente siempre dirá que es medio negro. Nunca dirán que es medio blanco, que también lo es. Siempre habrá algo que se puede decir en contra de Brunetti y nunca acaba de estar del todo cómodo», añade.
Tampoco ella está especialmente cómoda en la Venecia actual, razón por la que pasa cada vez más tiempo en Suiza. «Antes era un ciudad silenciosa y tranquila, los niños se bañaban en los canales. Ha cambiado mucho, sí, pero a peor. Lo único que ha crecido es el número de turistas: cada año 30 millones de turistas. Y, mientras tanto, solo quedan 58.000 habitantes. Piensa en lo que sería Barcelona con esa proporción. Es insoportable», explica.
Enamorada de Ruth Rendell y Ross MacDonald, Donna Leon sigue combinando la escritura con su pasión por la ópera y la música aunque, puestos a escoger, no duda a la hora de señalar lo que realmente le importa. «¿Crees que alguien leerá mis libros dentro de 300 años? No, claro que no. Si piensas en Mozart, Bach, Hendel… Esa es nuestra cultura musical. Son ballenas, y nosotros somos pececitos nadando», sostiene. Aún así, la autora no tiene intención alguna de jubilar a Brunetti. Al menos no por el momento. «Pararé cuando ya no me divierta, porque no me parecería honesto para el lector seguir haciéndolo», asegura. -- Fuente: http://goo.gl/Q3fWQ7 DAVID MORÁN / Barcelona · 05/02/2016 01:19h - Actualizado: 05/02/2016 14:38h · Guardado en: Cultura Libros ( )
El comisario Brunetti investiga el extraño caso de Manuela, una joven treintañera que, años atrás, a los quince años, estuvo a punto de morir ahogada. Su abuela, la condesa Demetriana Lando-Continui, desconfía de la versión policial, según la cual la joven se arrojó a las aguas de Venecia.El punto de partida para la investigación de Brunetti es Pietro Cavanis, el único testigo, un borracho desmemoriado. La joven quedó seriamente perjudicada, atrapada en una eterna juventud por una lesión cerebral irreversible. El comisario buscará al verdadero culpable entre los archivos y rincones de una Venecia masifi cada por el turismo, recelosa de la nueva inmigración y sin expectativas para los jóvenes. Pero a veces basta con sacudir la historia para que resplandezca la verdad.La ignorancia de la ley es la peor condena.«Una de las grandes escritoras de crimen y misterio», The Times.«Donna Leon deja al lector sin aliento con un increíble suspense», The Observer.
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A Brunetti, igual que a Leon, le enfurece cada vez más que la ciudad se haya convertido en un parque temático, una suerte de «Chernobil fantasma» con edificios y turistas, pero para su creadora, el comisario veneciano es, pese a ese enfado en fase creciente, un hombre bueno. Tanto como para pasar con él un cuarto de siglo sin cansarse. «No quiero hablar mal de los muertos pero, ¿te imaginas pasar 25 años con Wallander? Los libros son maravillosos, sí, pero el personaje no es simpático, y eso les pasa a casi todos los autores nórdicos», apunta la autora en referencia al célebre inspector creado por Henning Mankell y, por extensión, a toda novela negra con más sangre que tinta. «No entiendo ese afecto extraño que muchos autores y lectores tienen hacia la violencia física. Lo encuentro muy extraño», añade.
La autora de «Muerte en la Fenice» prefiere seguir transitando por esa novela negra que funde a blanco entre «palazos», canales sobrepoblados y tramas más o menos amables como la de «Las aguas de la eterna juventud», en la que Brunetti debe resolver el caso de una joven que vive atrapada en una adolescencia perpetua tras ser arrojada a las aguas venecianas.
Un nuevo caso para perfilar los contornos de un Brunetti que, igual que Leon, quien se trasladó a vivir a Venecia en 1981, tiene algo de cuerpo extraño navegando a la deriva en ese entorno aristocrático que descubrió de la mano de su mujer, Paola. «En realidad es un poco extranjero en ese mundo. Es un poco como Obama: por mucho que suba, la gente siempre dirá que es medio negro. Nunca dirán que es medio blanco, que también lo es. Siempre habrá algo que se puede decir en contra de Brunetti y nunca acaba de estar del todo cómodo», añade.
Tampoco ella está especialmente cómoda en la Venecia actual, razón por la que pasa cada vez más tiempo en Suiza. «Antes era un ciudad silenciosa y tranquila, los niños se bañaban en los canales. Ha cambiado mucho, sí, pero a peor. Lo único que ha crecido es el número de turistas: cada año 30 millones de turistas. Y, mientras tanto, solo quedan 58.000 habitantes. Piensa en lo que sería Barcelona con esa proporción. Es insoportable», explica.
Enamorada de Ruth Rendell y Ross MacDonald, Donna Leon sigue combinando la escritura con su pasión por la ópera y la música aunque, puestos a escoger, no duda a la hora de señalar lo que realmente le importa. «¿Crees que alguien leerá mis libros dentro de 300 años? No, claro que no. Si piensas en Mozart, Bach, Hendel… Esa es nuestra cultura musical. Son ballenas, y nosotros somos pececitos nadando», sostiene. Aún así, la autora no tiene intención alguna de jubilar a Brunetti. Al menos no por el momento. «Pararé cuando ya no me divierta, porque no me parecería honesto para el lector seguir haciéndolo», asegura.
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Fuente: http://goo.gl/Q3fWQ7
DAVID MORÁN / Barcelona · 05/02/2016 01:19h - Actualizado: 05/02/2016 14:38h · Guardado en: Cultura Libros ( )