Porterhouse es un “college” de Cambridge. No destaca precisamente por su buen nivel académico pero, desde que un antiguo rector dilapidara todos sus bienes en Montecarlo, tiene graves problemas financieros y económicos. Por ello en Porterhouse se conserva y fomenta una peculiar tradición secular: excelente cocina para administradores y docentes y concesión de plazas sólo para aquellos alumnos cuyas familias estén dispuestas a “contribuir” en las menguadas arcas de la institución. Desde luego a cambio de tales donativos los títulos universitarios se “expenden” con sospechosa facilidad… Hasta que llega un nuevo rector, un ex político ingenuo y con ínfulas reformistas, y decide modernizar tan venerable y sobornable centro educativo: por ejemplo, sustituir la antigua cocina por un self-service (!), admitir la matriculación de mujeres (!!), instalar una máquina expendedora de preservativos (!!!), etc. Pero la cosa no para ahí: el bisoño rector ignora por completo el tráfico de titulaciones y, con sus empeños renovadores, hará peligrar esas prácticas consuetudinarias.